Si echamos un vistazo al álbum de fotos de Tony Lip nos damos cuenta de que se podrían hacer decenas de películas sobre su vida. Unas veces sin advertir su presencia, otras sin reparar en su nombre, se coló en nuestro subconsciente de puntillas. Pasó como extra sin frase por El Padrino o Toro Salvaje, adquirió mayor notoriedad a partir de Manhattan Sur y Uno de los nuestros, hasta que se hizo con un hueco en el salón de nuestra casa con sus once episodios de Los Soprano. Gran parte de esas instantáneas junto a cantantes, estrellas y deportistas datan de sus tiempos como empleado del Copacabana, el club nocturno de Nueva York al que acudían todas las celebridades. Allí, en 1962, arranca, de sus numerosos aconteceres, el elegido para llevarse a la gran pantalla.
Tony, un tipo familiar de modesta extracción, acaba de quedarse sin su trabajo. Es un fulano de recursos y contactos al que no le faltan recomendaciones. Su fama de firme, resolutivo y cumplidor le llevan al lujoso apartamento del doctor Don Shirley, un excéntrico personaje que le recibe sentado en una especie de trono de tribu zulú. Resulta ser un pianista. El color negro de su piel choca con los prejuicios raciales del italoamericano. La rudeza y los toscos modales de Lip tampoco seducen a su posible empleador. Finalmente la necesidad hace que nuestro hombre termine por convertirse en el chófer de la gira de conciertos por el sur profundo de los Estados Unidos, en pleno apogeo de la segregación, del trío liderado por el músico.
Peter Farrelly, coherente con su trayectoria, ha puesto el foco en la historia, en los personajes y en los impresionantes actores que los encarnan, haciéndose a un lado pero sin desatender los mandamientos de un buen realizador, manteniendo el sentido del ritmo y del arco dramático para seducir y conmover a la audiencia.
La principal temática del largometraje, más allá de su latente denuncia del racismo, surge del choque entre clases altas y bajas, dándole una interesante vuelta a la tortilla debido a la extracción social de ambos protagonistas, coronada por un discurso acerca de la propia identidad ilustrado por la desorientación y la soledad de un Don Shirley que no encuentra acomodo y se ve rechazado por blancos, negros e, incluso, por su propia familia; el mundo está lleno de gente sola que teme dar el primer paso, le espeta Tony Lip.
No obstante, esta cinta habla sobre la amistad, sobre cómo un amigo, con toda la naturalidad del mundo, defiende y ayuda a otro sin juzgar lo que haya hecho o haya dejado de hacer. En ese punto se descubre como inspiradora y nos toca la fibra sensible hasta emocionarnos. Y no solo por cómo está escrita sino por los titanes que recitan esas palabras componiendo dos magníficas interpretaciones que se retroalimentan de manera admirable. Viggo Mortensen con su perfecto y trabajado acento italiano acompañado de un Mahershala Ali a las puertas de su segundo Óscar.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos
Copyright imágenes © Participant Media, Dreamworks, Wessler Entertainment, Inisfree Pictures, Amblin Partners. Cortesía de Entertainment One Spain. Reservados todos los derechos.
Green Book
Dirección: Peter Farrelly
Guion: Nick Vallelonga, Brian Currie y Peter Farrelly
Intérpretes: Viggo Mortensen, Mahersala Ali, Linda Cardellini
Música: Kris Bowers
Fotografía: Sean Porter
Duración: 130 min.
Estados Unidos, 2018
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