Luís Bárcenas, los implicados en el caso Gürtel, los líderes ugetistas y de la Junta andaluza que se quedaron con buena parte de los 1.200 millones de euros de los ERE y todos los demás calificados como chorizos deberían imitar a los independentistas catalanes autodeterminándose como jamones.
El chorizo es sabroso y va en ristras, aunque no contiene jamón, la parte más noble e independiente del cerdo; pero ambos son productos del mismo animal artiodáctilo, que en este caso es España.
Manjares que vienen igualmente del cerdo serrano, del ibérico de pata negra y de los patrióticos celta gallego, euskal txerria vasco, y del híbrido de cochino alpino y pirenaico que el nacionalismo catalán presenta orgullosamente como raza única e independiente, la “bruna dels Pirineus”.
Bárcenas, los Gürtel o los de los ERE están considerados vulgares chorizos, no jamones: pues si choriceo significa corrupción, que empiecen a decir que son jamones, igual que los independentistas catalanes, reflejados en el tres o el veinte por ciento de comisión en cada obra pública, o en los Pellerols y Palau.
Porque son exactamente iguales a los cuadros más altos del nacionalismo catalán que ocultan los latrocinios, los despilfarros y su fracaso económico haciéndose pasar por perniles “bruna dels Pirineus” envueltos o embalados en senyeras.
Aunque no quieran son típicos chorizos españoles o, para hacerle una concesión al localismo, patrióticos fuets.
Como lo son también tantos políticos de distintas comunidades, categorías y cargos electos o nombrados digitalmente: los hay que entran en unas máquinas electorales como carnes diferentes, junto con pimienta, sal y vísceras, y salen chorizos, fuets o butifarras.
Como Artur Mas, los expuestos en el escaparate de la charcutería se creen jamones y exigen un tratamiento diferenciado.
Por eso no se entiende cómo, sólo por estar en estanterías interiores, Bárcenas y similares no piden la independencia y trato de jamón.
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SALAS