Chris Marker y un extracto de la foto que Wim Wenders le tomó en 1985 en Egipto. La versión completa figura en la entrevista publicada por Libération.
Libération es uno de los medios franceses que lamentaron la muerte de Chris Marker, anunciada esta mañana. En marzo de 2003 la misma publicación entrevistó (aquí) al realizador de entonces 81 años, a propósito de la salida de Sans soleil y La jetée en DVD. Antes de transcribir sus preguntas y las correspondientes respuestas, los periodistas Samuel Douhaire y Annick Rivoire calificaron el esfuerzo de reedición como un “suceso” afín a “las apariciones furtivas de uno de los grandes cineastas de nuestro tiempo, el más reservado también”.
“Siempre prefiere que hablen de sus imágenes antes que de su imagen”, señalaron los entrevistadores. “Existen menos de diez fotos de él, los reportajes concedidos son todavía más infrecuentes”. A continuación, Espectadores traduce algunos pasajes de esta excepción a la regla.
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L: ¿Por qué aceptó la edición en DVD de algunos de sus films? ¿En qué criterio de selección se basó?
CM: Transcurrieron veinte años entre La Jetée y Sans soleil, y veinte años más hasta la actualidad. Por lo tanto, hablar en nombre de quien filmó estas películas no es digno de una entrevista sino de una práctica espiritista. De hecho, no creo haber aceptado ni elegido; alguien tuvo la idea y se hizo.
Yo sabía que existía cierta relación entre ambos films pero no veía la necesidad de explicarla hasta que, en un programa emitido en Tokyo, encontré una pequeña nota anónima que decía: “Pronto el viaje se acerca a su fin… Sólo entonces sabremos que la juxtaposición de imágenes tenía sentido. Nos daremos cuenta de que rezamos con él, como debe hacerse en una peregrinación, cada vez que asistimos a la muerte, al cementerio de gatos, ante una jirafa muerta, ante los kamikazes que emprenden su vuelo, ante les guerilleros muertos en la guerra de independencia… En La jetée, la experiencia temeraria de buscar la sobrevida en el futuro se termina con la muerte. Al tratar el mismo tema veinte años después, Marker superó a la muerte a través de la plegaria“.
Cuando leo esto escrito por alguien que no me conoce, que no sabe nada de la génesis de los films, siento una pequeña emoción. “Algo” pasó.
L: Cuando su CD-Rom Immemory salió en 1999, dijo haber encontrado el soporte ideal en el multimedia. ¿Qué piensa del DVD?
CM: En el CD-Rom no cuenta tanto el soporte, sino la arquitectura, la arborescencia, el juego. El soporte del DVD es buenísimo, pero no siempre es cine. Godard lo dijo de una vez por todas: en el cine uno levanta la mirada, en cambio la baja cuando mira tele o un video. Además está el rol del obturador.
Sobre dos horas transcurridas en una sala de cine, pasamos una hora en medio de la noche. Es esta parte nocturna la que nos acompaña, la que “fija” nuestro recuerdo cinematográfico de una manera distinta a cuando vemos la misma película en una pantalla chica.
Dicho esto, seamos honestos. Acabo de mirar el ballet de Un Americano en París en mi iBook, y prácticamente me reencontré con el entusiasmo que sentimos con Resnais y Cloquet en el Londres de 1950. En aquella época, durante el rodaje de Les statues meurent aussi (o Las estatuas también mueren), empezábamos la jornada de trabajo reviendo el film todas las mañanas a las 10 en la función del cine de Leicester Square. Creí haber perdido definitivamente aquel entusiasmo.
L: ¿La democratización de las herramientas de fabricación cinematográfica (DV, edición analógica, circuitos de difusión vía Internet…) seduce al cineasta comprometido que hay en Usted?
CM: Ésta es una buena ocasión para sacarme una etiqueta molesta. Para mucha gente, “comprometido” quiere decir “político”, y la política, arte del compromiso (lo cual es cierto ya que fuera del compromiso sólo quedan las relaciones de fuerza bruta, vemos algo de eso en este momento…), me aburre profundamente. Lo que me apasiona es la Historia; la política sólo me interesa en tanto copa de la Historia en el presente.
La “democratización de las herramientas” permite sortear muchas exigencias técnicas y financieras, no así la exigencia de trabajo. Por contar con una cámara DV nadie adquiere talento por arte de magia: ni aquél que no lo tiene ni aquél demasiado vago como para preguntar si lo tiene. Podremos minimizar tanto como queramos, pero un film siempre demandará mucho, mucho trabajo. Y una razón para hacerlo.
L: ¿Prefiere mirar televisión, ver películas en pantalla grande, curiosear por Internet?
CM: Tengo una relación completamente esquizoide con la tele. Cuando me siento solo en el mundo, la adoro, sobre todo desde que existe la TV por cable. Incluso me resulta curioso constatar la precisión con la que el cable ofrece un catálogo de antídotos a los venenos televisuales. Un canal pasa un telefilm ridículo sobre Napoleón, y otro transmite las maldades formidablemente inteligentes de Henri Guillemin.
En cambio me vengo abajo cuando recuerdo que no estoy solo en este mundo. Todos conocen la progresión exponencial de la imbecilidad y vulgaridad, que povoca algo más que un vago sentimiento de disgusto. Se trata de un dato concreto, cuantificable (podríamos medirlo según el volumen de los “¡ahhh!” que celebran las gracias de los animadores, y que aumentó considerablemente de decibeles en los últimos cinco años), equiparable a un crimen contra la Humanidad. Sin hablar de la agresión permanente contra la lengua francesa.
L: ¿Y los films en todo esto?
CM: Por las razones antes expuestas, y bajo la influencia de Jean-Luc, sostuve durante mucho tiempo que los films debían verse primero en las salas, y que la televisión y el videoreproductor sólo servían para refrescar la memoria. Ahora que no tengo tiempo de ir al cine, miro películas mirando hacia abajo, con un creciente sentimiento pecaminoso. Pero, en honor a la verdad, no miro muchas películas, salvo aquéllas hechas por amigos, o rarezas que un amigo norteamericano me graba en TCM. Hay mucho por ver en las noticias, en las emisiones especiales, en canales ya mencionados, incluso en el irreemplazable canal Animales.
Mi necesidad de ficción se alimenta de lo que es, de lejos, la fuente más completa: las formidables series americanas, The practice por ejemplo. He ahí un saber, un sentido del relato, del atajo, de la elipsis, una ciencia del encuadre y del montaje, una dramaturgia y un juego de actores sin equivalente en ninguna parte (sobre todo en Hollywood).
L: La jetée inspiró un videoclip en David Bowie, un film en Terry Gilliam, existe el bar La jetée en Japón. ¿Qué le genera este culto? ¿Existe un punto de encuentro entre su imaginario y el de Gilliam?
CM: El imaginario de Terry es lo suficientemente rico como para prescindir de las comparaciones. Para mí Doce monos es un film magnífico (algunas personas creen congraciarse conmigo cuando dicen que no, que La jetée es mucho mejor; el mundo es raro). Justamente estos avatares felices como el clip de Bowie o el bar de Shinjuku (que hace cuarenta años haya japoneses dispuestos a reunirse todas las noches debajo de mis imágenes, ¡esto vale todos los Oscar!) acompañaron el destino un poco particular de aquel film.