Esta es la historia de un hombre marcado por una imagen de su infancia. La violenta escena que le atormentaba y cuyo significado comprendería años más tarde ocurrió en el muelle de Orly algunos años antes del comienzo de la Tercera Guerra Mundial.
Así empieza La Jetée (en francés, muelle, embarcadero), un corto de Chris Marker realizado en 1962. Más que un corto podríamos decir que es una serie de fotografías con una narración de fondo, música y efectos de sonido, su autor lo llamaba fotonovela.
Un niño ve antes de la guerra en el embarcadero del aeropuerto de Orly como un hombre muere, también ve a una mujer con él. Después de la Tercera Guerra Mundial el mundo esta devastado, París ha sido borrado del mapa, la superficie de la Tierra es inhabitable y los pocos supervivientes viven bajo tierra. El mismo niño, que ya es hombre, se somete a un experimento para viajar en el tiempo, no para evitar la catástrofe, sino para encontrar recursos: medicinas, alimentos…y allí conoce a una mujer que le suena vagamente.
En los viajes a través del tiempo hay algo peor que matar a tu abuelo y esperar a ver que pasa, lo más perturbador es ver tu propia muerte cuando aún eres un niño, un niño que evidentemente no sabe que es él de mayor, pero que recuerda el sitio y las circunstancias.
Con esta excelente e inquietante premisa Terry Gillian se inspiró para realizar Doce Monos, una película, para mí, redonda (y nunca mejor dicho), en donde un guion ajustado y un gran trabajo de los actores atrapa al espectador como pocas lo hacen, aunque tengo que decir que hay gente que no le gusta para nada la película, demasiado enrevesada y oscura para algunos.
No es que se vea muy bien pero es lo mejor que he encontrado, los subtítulos a veces se desincronizan un poco, pero que le vamos a hacer.