Christian escribà, a la barcelona, d' abans, d' avui i de sempre...24-06-2015...!!!

Por Trini @mtvotrinidad

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Todo comenzó en 1906. Mateu Serra i Capell era repartidor de carbón y acabó estableciéndose por su cuenta como panadero. El día de Sant Jaume abrió las puertas de su horno de pan en el número 546 de la Gran Vía de Barcelona. En ese mismo local todavía siguen hoy su nieto, Antoni Escribà i Serra y sus bisnietos.  El horno de la Gran Vía no tardó en convertirse en la mejor panadería del barrio. Su fachada y su interior modernista eran la admiración del vecindario. Tanto, como los pastissets de Tortosa que elaboraba su mujer, Josefina Gala i Bosch. De los cinco hijos que tuvieron, Josefa se casó en 1927 con un joven procedente de Bellpuig, Antoni Escribà i Casas, que había aprendido el oficio de confitero y trabajaba en la panadería familiar. El matrimonio se instaló a vivir en la trastienda. Al estallar la guerra civil, la panadería fue colectivizada y pasó a manos de los empleados. Éstos, que mantenían una buena relación con la familia, permitieron a la joven pareja seguir viviendo en la trastienda. Incluso hacían la vista gorda para que la mujer vendiera frutas y verduras. El mismo día que las tropas franquistas entraron en Barcelona, Josefa recuperó la propiedad de la panadería. No tardó ni 24 horas en volver a vender su pan. Mantuvo a todos los empleados en sus puestos.  La pareja tuvo cuatro hijos. El segundo, Antonio, les salió artista. Iba para escultor. Un manitas con mucha imaginación. Lo matricularon en la Llotja y allí disciplinó sus dotes para el dibujo y el arte de modelar. A sus padres les hubiera gustado que continuara estudiando, pero las circunstancias le obligaron a dejar las aulas y se punto al frente del horno. Nunca pudo esconder su vena artística.Antoni Escribà
Tenía dos pastelerías en Barcelona, una en la Gran Vía y la otra en Les Rambles, al lado mismo de la Boquería. Se le recuerda con especial admiración su "tortell de crema" y las "monas" cuando llegaba la Pascua, aunque sus pasteles también eran verdaderas obras de arte. Era especialmente conocido por el dominio que tenía del chocolate.El pastelero barcelonés Antoni Escribà falleció en 2004 en Cadaqués a los 73 años de edad a causa de un accidente. Escribà, que regentaba dos de las pastelerías más prestigiosas de Barcelona, pertenecía a la tercera generación de una familia de pasteleros. Con él se fue una parte de la tradición pastelera de la capital catalana, junto con Foix de Sarrià (impresionante su "tartaleta de gerds"), el increible Oriol Balaguer, el Sacher delicioso de Xocoa y uno no tan conocido pero con un increible "tortell" el Forn Sant Joan de la calle Astúries con Torrent de l'Olla era uno de mis referentes en cuanto a pastelería barcelonesa.Antoni EscribàEscribà es, probablemente, la pastelería más famosa de Barcelona. Todo comenzó en 1906. Mateu Serra i Capell era repartidor de carbón y acabó estableciéndose por su cuenta como panadero. El día de Sant Jaume abrió las puertas de su horno de pan en el número 546 de la Gran Vía de Barcelona. En ese local seguía hasta hace unos meses su nieto, Antoni Escribà i Serra, y sus bisnietos. El horno de la Gran Vía no tardó en convertirse en la mejor panadería del barrio. Su fachada y su interior modernista eran la admiración del vecindario, tanto como los "passtissets de Tortosa" que elaboraba su mujer, Josefina Gala i Bosch.
De los cinco hijos que tuvieron, Josefa se casó en 1927 con un joven procedente de Bellpuig, Antoni Escribà i Casas, que había aprendido el oficio de confitero y trabajaba en la confitería familiar. El matrimonio se instaló a vivir en la trastienda. Su dueño era el gran campeón de las "monas de Pascua", figuras de chocolate de formas inverosímiles. Uno de los dulces típicos es la 'Rambla' de chocolate, trufa y galleta. La decoración del local hace honor a su historia y es una de las más bonitas de la ciudad. En este sentido, Escribà recibió la Medalla de Oro al Mérito Cultural del Ayuntamiento de Barcelona, en reconocimiento a su dedicación durante 60 años al arte de la confitería y de la pastelería y en su aportación al prestigio de la cultura gastronómica de Cataluña.Escribà ha inaugurandola primera y única sala de exposiciones de pasteles de Europa para atender con mimo y calma a sus numerosos clientes, con visitas individualizadas directamente con Christian Escribà. "Pide lo que se te ocurra, y si no se te ocurre nada, nosotros te daremos ideas", es el lema de la casa.Hasta ahora, Escribà ha demostrado que todo lo que sale de la imaginación humana puede convertirse en dulce. Y han superado todos los retos. Pero sus proyectos van más allá de los simples pasteles: han creado auténticas perfomances comestibles y lo hacen en cualquier rincón del mundo. Su último invento son los caterings a medida del consumidor, en los que el cliente no se preocupa de nada: desde las sillas hasta los manteles, la cubertería o la cristalería. Organizan fiestas particulares o las organizan en el "xiringuito" de la playa de Bogatell a partir de 30 personas: un buen pica pica marinero para comenzar, excelentes arroces y paellas elaborados en directo por Joan Escribà y los mejores postres de la casa.Además del establecimiento de la Gran Vía, la emblemática pastelería "Escribà", en el número 77 de Ramblas está, no sólo es un precioso lugar modernista (incluyendo su llamativo interior), sino que se ha ganado fama de ofrecer una calidad extraordinaria en sus productos. 




 Por las mañanas hacía el pan de cada día, pero dedicaba todo su tiempo libre a inventar. Descubrió el chocolate y se enamoró. Con papeles, moldes y paciencia empezó a hacer figuras de chocolate. Acababa de nacer un nuevo concepto de "mona", la tradicional tarta catalana del lunes de Pascua.
 No tardó en encontrar la fórmula para elaborarlas en cadena y demostrar que el arte en chocolate también podía ser un producto comercial. La noticia corrió como la pólvora. Barcelona se le quedó pequeña. Necesita aprender más. Hizo las maletas y viajó a París, allí conoció a la mujer de su vida, Jocelyne Tholoniat, hija del que entonces era considerado el mejor pastelero francés, Etienne Tholoniat. Ya no paró. Libros, clases magistrales y conferencias se sucedieron por todo el mundo. Había nacido el mago del chocolate.
La pareja regresa a Barcelona y toma las riendas de la pastelería de la Gran Vía. Mientras Antonio Escribà se sumerge en el mar del chocolate sacando a flote sus espectaculares pasteles, Jocelyne se convierte en el repunto del perfeccionismo y la calidad que todo artista necesita tener a su lado.Como no podía ser de otra manera, sus tres hijos -Christian, Joan y Jordi- deciden ser pasteleros. estudian en París, Ginebra y Viena y se unen al negocio familiar. En 1986 se abre una nueva pastelería en la Rambla, número 83.
 El negocio se amplía. Ya no se trata sólo de hacer pasteles. En plenas olimpiadas inauguran el Xiringuito en la playa del Bogatell de Barcelona, que dirige Joan Escribà. Aquí nacen mágicas paellas con sabor a mar. Hay trabajo para todos. Jordi Escribà ha conseguido aplicar las últimas tendencias en informática al mundo de la creación de pasteles. Y Christian Escribà consigue que cualquier deseo se pueda convertir en un pastel.
CHRISTIAN ESCRIBÀ Y SU SEÑORA PATRICIA SCHMIDT, RECIBIENDO EL GALARDÓN GOURMET BARCELONÍ 2013.
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Agradecer a todos los miembros de "El Club de la Bona Taula" de Barcelona por haberme otorgado el premio "Gourmet Barceloní 2013". Fue una noche inolvidable con todos.
Especialmente al Presidente del Club el Sr. Raimon Pérez y al secretario del Club Jordi Tomàs.
Gracias!


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