Christoph Willibald Gluck

Por Joaquintoledo

Primeros años y juventud

El 2 de julio del año 1714 nació en Erasbach, actual Alemania, Christoph von Gluck. Provenía de una familia muy pobre. Su padre era guardabosques del príncipe Lobkowitz y su madre una ama de casa. Su primer contacto con la música fue cuando se incorporó a una escuela de jesuitas, quienes le enseñaron y dieron sus primeras clases en clave, violín y órgano. Casi inmediatamente el niño mostró habilidad innata para la música. Así entonces comenzó su carrera. Formó parte de pequeñas orquestas el resto de su niñez y destacó sobre todo por su habilidad con el violín convirtiéndose en uno de los mejores de Praga y otras urbes. Algunos historiadores aún dudan acerca de si este viaje se llevó a cabo más bien hacia Viena. No se sabe mucho más de su niñez, pubertad o adolescencia, salvo que ingresó a la Universidad de Praga en 1731, para estudiar lógica y matemáticas. Felizmente en el ámbito universitario no perdió el contacto con la música. Por el contrario, su institución auspiciaba representaciones de operas y oratorios. No se sabe si fue buen estudiante,  pero tal parece que no terminó su carrera y finalmente dejó Praga. Marchó a Viena en 1735 donde conoce a un príncipe lombardo apellidado Malzi, quién se convirtió en su protegido pues tenía admiración por las ejecuciones prodigiosas del joven, y así, se le financió un viaje a Italia.

En Italia

Se sabe que en el año 1737 Gluck estaba en Milán donde empezó a estudiar con Sammartini, un célebre músico de entonces. Él se encargó de enseñarle composición durante cuatro años. La especialidad de su maestro era la música sacra y las sinfonías pero eso no impidió que Gluck se inclinara para algo que estaba destinado: el género operístico. En efecto, el 26 de diciembre el joven alumno presentaba su primera ópera y trabajo: “Artaserse”. Se dice que se estrenó en el Carnaval Milanés de 1742 y tuvo éxito. Lamentablemente la partitura no se ha podido conservar al igual que muchas de sus otras óperas iniciales. Su reconocimiento le valió contratos para otras óperas en otros festivales como los de Venecia. Allí, en el Teatro San Giovanni Grisostomo, presentó su “Ipermestra” en noviembre de 1744. Convertido en una joven promesa, recibe un llamado de Londres para tocar en dicha ciudad. En su paso hace una escala en París donde tuvo tiempo para escuchar a Rameau. Llegado a la capital inglesa, el público lo esperaba ya ansioso. Para ellos, Gluck compuso “La caduta dei gigante” y “Artemisa”. Durante su estancia en la ciudad hace amistad con Handel.
De regreso a la Europa continental, fue contrato para crear una ópera para la ciudad de Dresde, debido a un matrimonio noble entre miembros de Baviera y Sajonia. Su estilo atrajo la atención del público vienés. En efecto se le llamó para que pueda publicar algo a causa del cumpleaños de la noble María Teresa. En esta ocasión salió la “Semíramide riconosciuta” en el año 1746. Si bien fue aclamada por el público en general, no gustó mucho en la corte vienesa, lo cual explica el poco tiempo que Gluck permaneció en dicha ciudad. Entonces empezó una etapa de viajes para intentar internacionalizar aún más su ya creciente popularidad. Luego volvió a Praga alrededor de 1750. Allí presentó una nueva ópera llamada “Ezio” y además se casó. El nombre de la novia era Marianna Bergin, de 18 años, hija de un rico mercader vienés. Esto le dio a Gluck una seguridad financiera de la cual no había gozado hasta el momento a pesar de su reconocimiento internacional. El año siguiente, 1751, el músico la pasaría entre Praga y Viena interpretando sus creaciones. Finalmente llegó el año 1752, el cual fue muy provechoso para él, pues se hizo conocido incluso para el rey Carlos III de España, a quién de dedico una ópera en Nápoles (ver si es Naples).

La cúspide de su carrera

Finalmente se estableció en Viena cuando fue nombrado maestro de capilla de la Ópera. En 1754 escribió “Le Cinesi” y “La Danza”, esta última con motivo del cumpleaños del futuro emperador Leopoldo II. En 1756 salió su obra “Antigono”, ópera, la cual estrenada en Roma. El Papa Benedicto XIV lo condecoró nombrándolo Caballero de la Espuela de Oro. Deseoso de cambiar de estilo, empezó a escribir óperas cómicas. Así nos debemos trasladar hasta 1761 cuando innovó publicando su primer ballet “Don Juan”. Tres años después sale la ópera “La rencontré imprevue” así como “El cadí burlado”. De todos modos esto no pareció conformarlo, pues Gluck, si ha conseguido hacerse un espacio importante en el mundo de la música, se debe a su poder para innovar. En efecto, él tenía la firme convicción que una ópera debía tener un fuerte ingrediente dramático. Sólo hacía falta un buen libreto. Este hecho se concretó cuando se encontró con Raniero de Calzabigi en Viena, en el año 1761. Al año siguiente ese estrenó “Orfeo y Eurídice”, considerada la primera de las “operas de reforma” de su carrera. La obra toma como paradigma una tragedia griega. Su música estaba al servicio de la poesía, no del cantante. Si bien con esta obra no hubo éxito inmediato, con el tiempo la resistencia del público a algo nuevo, finalmente se venció. En los años siguientes produjo títulos de su antiguo estilo como “El reencuentro imprevisto” de 1764 una obra también conocida como “Los peregrinos de la Meca”. Fue su última ópera cómica con diálogo hablado. En 1766 llegó su segunda ópera de reforma, estrenada en Viena y cuyo nombre era “Alceste”. La obra tuvo éxito pero a decir verdad causó mucho revuelo, sobre todo en París donde la resistencia a la innovación se hizo notoria. En 1769 llegó su tercera máxima, “Paride ed Elena”.

Últimos años y muerte

Finalmente, Gluck decide marchar a Francia, donde buscó conquistar al público por su propio esfuerzo. La cúspide de su carrera se llevó a cabo cuando estrenó “Ifigenia en Táuride”, tal vez su mejor obra. Sin embargo Piccini, un colega, escribía una ópera sobre el mismo tema y París otra vez parecía entrar en controversias gracias a Gluck. En esta ocasión el público se dividió en dos favoreciendo a uno de los dos. La primera presentación de la obra se llevó a cabo en 1779, y esto lo catapultó tremendamente a la fama. Un año antes ya había sacado a la luz “Armida”. Sus obras inspiraron a Wagner más tarde y se dice que terminó inclinando a Berlioz a ser músico. Otro de los cuales fue su protegido, era Antonio Salieri, el célebre compositor rival de Mozart. Por si fuera poco, una obra de Gluck, “El reencuentro imprevisto”, influyó al genio de Salzburgo (o sea Mozart) a crear “El rapto en el Serrallo”.

En sus últimos años retornó a Viena y se dedico a escribir trabajos menores. Tal vez su labor más reconocida fue hacer versiones en alemán de algunas de sus obras, incluido por supuesto el mejor éxito de su vida “Ifigenia en Táuride”. El 15 de noviembre en Viena, el músico sufrió otra apoplejía, pues anteriormente su salud ya había recaído. Murió o bien ese día, o algunos más tarde, ya que la fecha exacta, no se precisa. No debe creer el lector que sólo se dedicó al ámbito de la ópera, pues también tuvo sinfonías a modo de oberturas, sonatas para violines y violonchelos, así como obras vocales. Sobre su tumba en el Zentralfriedhof de Viena se puede leer: “Egregio maestro del sublima arte del sonido”. Esta fue la vida del músico considerado el fundador de la ópera moderna, dejando de lado los esquemas de la italiana o francesa de su época, y colocando al género en un nuevo rumbo que sus posteriores colegas se encargarían de recoger y concretar.