Chronic city, jonathan lethem

LA ILUSIÓN DE LA REALIDAD
 Chronic city, Jonathan Lethem, 2009 (Mondadori, 2011)
Acabo de leer Chronic city de Jonathan Lethem y todavía estoy conmocionada.

La novela posmoderna plantea con acierto la incapacidad para la representación de la realidad que perseguían la novela clásica y la decimonónica, pretensión derivada de sus orígenes griegos.Lethem desparrama por las páginas de esta obra una prosa densa, exuberante, plagada de metáforasmelancólicas que cuajan en el entorno distópico de un Manhattan apocalítico, para plantear y cuestionar a través de sus personajes toda la incertidumbre, los excesos, el escepticismo y la desorientación cultural del hombre contemporáneo. Se trata de una literatura ajena a la historia, pero cercana al personaje y llena de connotaciones y sugerencias.

En Chronic city aparecen personajes que parecen formar parte de un club de autistas hiperfuncionales. Me interesa remarcar la relación quijotesca que se establece entre Perkus Tooth y Chase Insteadman (nótese el simbolismo de los nombres). Insteadman es un hombre carente de identidad, que vaga por Manhattan representando el doble papel de antiguo niño prodigio de una vieja serie de televisión de mucho éxito y de novio oficial de una astronauta atrapada en una estación espacial sin posibilidad de supervivencia, que le envía cartas de amor publicadas por todos los periódicos de la ciudad. Tooth, por su parte, es un ser asocial, omnívoro y paranoico, un antiguo crítico de arte global (cine, música, literatura, medios...) que personaliza toda esa confusión posmoderna donde el enciclopedismo cultural ha perdido el rigurosismo lógico y la relación del individuo con la realidad se vuelve patológica. Perkus es una bomba de relojería cargada de erudición cultural, un ser digno del batiburrillo apocalíptico del “It's the end of the worl (as we know it)” de R.E.M. En realidad, ambos personajes entablan una enfermiza relación de interdependencia (entre porros de marihuana e intertextualidad cultural) que parece ser lo único que podría salvarlos de su existencia como adultos incompletos (Perkus no ha tenido jamás una relación sexual y Chase es un actor inmovilizado en la imagen de icono infantil).

Por otra parte, Lethem recoge aquí con maestría la herencia de la ciudad distópica del cine y la literatura (Blade Runner, Metrópolis, 1984, o incluso el Gotham de Batman, por poner algunos ejemplos) para representar una Manhattan que apresa como una red a los personajes con sus toques de ciencia-ficción posmoderna (más bien de realidad virtual o alternativa): la niebla constante, el tigre mecánico que horada la ciudad, el olor a chocolate en el aire, los periódicos sin guerra (que remiten a un exterior bélico que solo se insinúa en la novela) y los calderos (místicos objetos de deseo) procedentes de ese mundo virtual que parece sustituir al real en la existencia de los personajes. De hecho, estos dos seres disfuncionales llegan a sospechar que la realidad virtual de un juego de ordenador (Otro Mundo Más) es la realidad auténtica que ha creado su existencia alternativa y nosotros, con ellos, también creemos que viven una ficción que les incapacita para representar su papel en el mundo real. Esto desarrolla otra de las insinuaciones culturales engarzadas en el discurso del narrador-Insteadman: la crítica filosófica de los Estados unidos como hiperrealidad de Baudrillard, que define a este país como simulación, una ficción materializada donde la ilusión es lo real y lo estético (los artistas) son los artífices de la realidad.Por último (y no menos posmoderno, aunque también cervantino), el mismo Lethem se incluye en la ficción cuando en los agradecimientos inserta el juego narrativo (creo yo, aunque podría estar equivocada) de presentarse como un caníbal de sentencias ajenas (por ejemplo de El legado de Humboldt de Saul Bellow): una última mueca sarcástica que se nos queda pegada a la comisura de la boca después de esta lectura prodigiosa, otro buen intento en la búsqueda épica de la Great american novel.