De acuerdo con el informe, agentes norteamericanos “disfrazados de diplomáticos” están distribuidos por todo el territorio brasileño en busca de información sobre residentes en Brasil, brasileños o no, y llegan incluso a pautar las líneas de acción en las más diversas investigaciones y a apuntar quién debe ser vigilado o rastreado por la policía nacional.
Policías federales, militares de inteligencia del ejército y funcionarios del Gabinete de Seguridad Institucional de la Presidencia (GSI) de Brasil, citados por el rotativo, admitieron el trabajo conjunto, y afirmaron que los acuerdos de cooperación son “una formalidad” para disfrazar el espionaje.
En su momento, el acuerdo, que según los agentes rige desde mucho antes, fue justificado por la necesidad de cooperación en la lucha antidrogas. Un año después, tras los atentados del 11 de septiembre, su razón de ser pasó a ser el combate al terrorismo.
“Opiné (en 2010) por la no oficialización del convenio en relación con las drogas porque era una cobertura para el espionaje desenfrenado, sin límites”, dijo el ex secretario nacional antidrogas, Walter Maierovitch.
De hecho, en Brasilia, las oficinas, computadoras y otros equipamientos y el propio edificio en el que trabajan unos 40 agentes brasileños de la División Antiterrorismo (DAT) de la Policía Federal fueron financiados con ayuda de la CIA en los 90.
Los agentes brasileños relataron que realizan cursos en Estados Unidos, durante los cuales sus alojamientos e incluso el alquiler de automóviles durante su estadía son financiados por el gobierno norteamericano.
Asimismo, los agentes estadounidenses poseen oficinas propias en Río de Janeiro, lo que se justifica en la realización del Mundial de Futbol en 2014 y los Juegos Olímpicos en 2016, y en la localidad de Sao Gabriel da Cachoeira, en el estado de Amazonas, para vigilar la actuación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Los estadounidenses también están presentes en las bases que la Policía Federal posee a lo largo y ancho del país para el combate al terrorismo, ubicadas en Río de Janeiro, Sao Paulo, Foz de Iguazú –en la triple frontera entre Brasil, Argentina y Uruguay– y Sao Grabriel da Cachoeira.
Todas esas bases, afirma el matutino, cuentan con equipamientos y tecnología de la CIA para llevar adelante los trabajos, y los agentes brasileños trabajan en equipo con los estadunidenses.
“Lo que más hay es americano travestido de diplomático haciendo investigaciones en Brasil”, sintetizó el director de la Federación Nacional de los Policías Federales (Fenapef), Alexandre Ferreira./DPA, AFP, EFE, El Excelsior