Aquel negro y larguísimo episodio de la historia de España no se olvida y no se supera por mucho que se pretenda hacer olvidar, como desean y han procurado por todos los medios los que resultaron vencedores de la sangrienta asonada militar. Y tal vez ahí radique, precisamente, el error: pretender hacer olvidar lo que exige memoria y recuerdo, no por venganza, sino por estricta justicia y necesaria reconciliación. Ese pasado franquista, que ha dejado un rastro de víctimas vivas y muertas, es lo que no se puede asumir sin aceptar que se trata de una página ignominiosa que hay que conocer para repudiarla, denunciando su ilegalidad y su irracional violencia, y restituir la dignidad de los vencidos, víctimas inocentes de una barbarie que, si la afrontáramos con sinceridad, modificaría nuestros valores y la visión de nuestra realidad como país.
Es ese deber de recuperar a los desaparecidos, de buscar a unos familiares apresados y de los que nunca más se supo, de exhumar tantas fosas comunes que subyacen bajo los caminos de España, lo que la ONU demanda del Gobierno español. En un demoledor informe sobre las desapariciones forzadas en el franquismo, la ONU insta a España a cumplir con su obligación de buscar a esos desaparecidos y le da un plazo de tres meses para comunicar qué hará con las víctimas del franquismo, recordándole al Gobierno que respaldar a las víctimas no supone que "regresen los odios".
Parece mentira, pero tal apoyo de la ONU a las víctimas del franquismo pone de relieve que la lacerante herida de la Guerra Civil está lejos de haber cicatrizado, a pesar de los esfuerzos de los herederos ideológicos de aquel régimen por aconsejar mirar sólo al futuro y olvidar el pasado. Niegan e impiden cualquier memoria que no sea la que ha prevalecido desde entonces, la que ha sepultado en un olvido forzado la historia y los recuerdos de los vencidos, doblemente derrotados, así, por la bota asfixiante del franquismo y la condena a la amnesia.
España no es el único país con un pasado vergonzante. Existen infinidad de naciones que han sabido reconocer las heridas de hechos históricos indeseados, que aceptan y asumen las consecuencias de viejas ofensas para, desde el respeto a la memoria, redimirse en la reconciliación y restituir la dignidad de cuántas víctimas inocentes provocaron la barbarie y la sinrazón. Alemania, por ejemplo, en la actualidad ejerce el liderazgo en Europa, no sólo por su pujanza económica, sino también porque juzgó el nazismo y superó ese episodio de su historia para alinearse con las democracias y la defensa de las libertades en el Continente. Muchas otras naciones, en las que también se produjeron épocas de violencia y terror, izan hoy con orgullo las banderas de la paz y la libertad sin que viejos fantasmas avergüencen a las nuevas generaciones. En todos los casos, empero, se reconocieron los errores de unos acontecimientos indeseados y no se ocultan a la memoria de la Historia. Antes bien, se tienen muy presentes para que su conocimiento alcance a todos y sirvan de modelo de la infamia y la irracionalidad a las que se puede llegar si no sabemos preservar la paz, la libertad y el bienestar de todos, sin exclusión.
Sólo así se comprende que los herederos ideológicos de la dictadura repudien la Memoria Histórica, no la doten de su correspondiente partida presupuestaria y vacíen de contenido una ley que perseguía la reparación de las víctimas del franquismo. Sólo así se comprende que el grupo parlamentario popular, con su mayoría absoluta, vete las peticiones de comparecencia del Presidente del Gobierno, del ministro de Justicia y del Fiscal General del Estado para debatir en el Congreso sobre estos temas. Sólo así se comprende que haya sido expulsado de la carrera judicial un juez que osó investigar los crímenes del franquismo. Sólo así se comprende que las propias Naciones Unidas tengan que obligar al Gobierno de España a dar explicaciones sobre su conducta con las víctimas del franquismo. Sólo así se comprende ese afán al olvido, a un olvido que selecciona meticulosamente lo que desea desterrar de la memoria colectiva de los españoles, sin caer en la cuenta de que nunca habrá justicia sin la memoria de lo irreparable. Y es que la memoria vuelve vigentes las injusticias del pasado y reclama su reparación. Por eso la niegan. Y por eso España tiene un problema no resuelto con su pasado, porque pretende ignorarlo, manteniendo viva la cicatriz que aún supura dolor.
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1: García de Cortázar, Fernando. Breve historia de España, pág. 587. Alianza Editorial. Madrid, 1993.