Lo primero que tengo que decir acerca de Cien años de soledad es que no se trata de mi libro favorito de García Márquez. Con el autor colombiano me sucede que disfruto muchísimo de su estilo de escritura, quizá el más depurado que se puede encontrar en español en las últimas décadas, pero la temática de novelas como esta o El amor en los tiempos del cólera me parece un tanto reiterativa, con demasiada densidad de personajes y de historias. Como lector quedo deslumbrado por el talento indudable de García Márquez, que consigue el prodigio, vedado a muchos otros escritores, de construir un universo propio y reconocible (y en el que se han inspirado posteriormente otros novelistas). Deslumbrado, pero también un poco perdido, como un explorador que se adentra en una tierras hermosas pero con una concentración de vegetación tan agobiante que debe mirar su mapa a cada paso para no perderse irremediablemente. Disfruto más de sus relatos o novelas cortas, como El coronel no tiene quien le escriba o con su faceta periodística, de la que pude disfrutar hace año Relato de un naúfrago.
Pero entre toda esta vegetación hay hallazgos únicos, como la utilización magistral del realismo mágico, esa manera de insertar elementos fantásticos en la novela de una manera tan natural que el lector los acepta en la lógica interna del relato o la riqueza del lenguaje del escritor colombiano, que parece conocer más palabras que el mismo diccionario. Uno de los aspectos más destacables de la novela son los paralelismos de la historia de Macondo con diversos pasajes de la Biblia: el pueblo tiene su génesis, su éxodo, su diluvio, sus plagas, su ascensión de la Virgen y, finalmente, su apocalipsis. La entera historia del mundo condensada en un pueblecito administrado por una familia con tendencia a los pecados relacionados con el incesto. Cueste más o cueste menos (y yo recomiendo que se haga de la manera más continuada posible, en pocos días, para no perderse), la historia de los Buendía es una de esas novelas que marcan el siglo XX y, por tanto, su lectura es imprescindible.