Cien niños esperando un tren

Publicado el 20 septiembre 2011 por Rogolagos
A veces a la mirada se toma como si fuera algo inferior, los científicos la han bajado a un segundo planot en comparación con la observación. Pero para mi observar es un gesto de arrogantes "que paradojico que diga esto trabajando en un observatorio". La observación es un acto mesurado en que se toman elementos y se analizan, se proyectan y se tratan de predecir. En cambio la mirada es entrega, es practimante una sensación y un sentimiento al mismo tiempo. Por eso para amar el cine más que aprender a ser un arrogante observador, hay que aprender a mirar y eso se hace simplemente mirando, valga la redundancia... y por muy simple que parezca ser mucha gente aún no es capaz de entender que significa una mirada... nuestro lenguaje esencial está compuesto de lo que los ojos hablan cuando miran, cuando estan tristes o cuando gritan te amo. La pintura por un lado es un arte asociado a la observación, mientras que el cine no se puede dar el lujo de observar, al contrario es un elemento que contribuye a que los sentimientos nos liberen aunque sea por un rato de las tristezas y de las dictaduras.
Ahora nos sonaría raro que un agente de la CNI con una grabadora se disponga a registrar  lo que los niños dicen... si hay armas escondidas o si hay algún sótano en la casa. Es que la población no parece ser muy calmada a la hora de enfrentar la represión y la violencia que la policía tiene con ellos. Fue en esos escenarios donde se vivieron los enfrentamientos más fuertes de la dictadura con el pueblo. Testigos de tanta adrenalina fueron los niños, que más que asustarse lo volvieron parte de su cotidiano (como todas las barbaridades que en Chile ocurrieron)... en ese contexto que las capillas e iglesias se convierten en las sedes sociales que resguardan la cordura de los momentos más difíciles de Chile.
En una capilla de Peñalolén que vivió la represión de manera directa de esos días, fue donde se comenzó a realizar el taller de cine para niños. Realizado por la gran Alicia Vega una de las investigadoras más importantes para el cine chileno. Que en los años de represión trabajó junto a la iglesia en distintas poblaciones. Es que los niños pobres de los ochenta no tenían la prioridad de ir al cine. Los cines de barrio de los 70 ya habían desaparecido y sólo quedaban los cines del centro de la ciudad, por lo cual ir al cine es algo poco prioritario para los pobladores. Pero no es requisito para ir al taller de cine haber ido antes, porque de ahora en adelante los niños veran una película cada semana en el taller. Al mismo tiempo aprenderan como se hace el cine y como amarlo.
Algunos creen que ver cine es cosa de intelectuales, me ha tocado ver algunos vendedores de películas piratas, principalmente en el Persa del Biobío que ningunean algún tipo de cine y el que ellos ven lo tratan como "Cine Arte"... yo detesto ese nombre (lo he dicho otras veces)... porque el  cine completo es un arte. El cual de tanto verlo nos va afinando el ojo en detalles, visiones y miradas distintas. ¿Quién podría pensar que en un taller de niños de ocho años aprendan lo que es una secuencia, un travelling, los planos de una cámara, del argumento y de la definición de los fotogramas?... y más aún que lo disfrute, que vea películas de Tavianni o de Lamorisse en un taller de la capilla. El taller se ha convertido en una experiencia que no olvidarán jamás los niños y los que vean Cien niños esperando un tren tambien.
La pobreza parece convertir la vida en un castigo, en un país triste como Chile. En la noche más oscura la luz de un proyector abrió un surco en la esperanza de esos niños, por ese rectángulo descubieron que el tren de los hermanos Lumiére se podía arrancar de la pantalla, que ellos podían entrar dentro de esa nueva ventana y disfrutar con Laurel y Hardy o con Charlot. Al mismo tiempo gritar a los cuatro vientos de que aún teníamos esperanza, de que venía otra generación que no va olvidar la muerte y el miedo que algunos intentaron imponer, que la ficción por ahora es más linda que el horror de la verdad. Que la vida se convierte en algo hermoso que se puede disfrutar en cada momento, que no importa ser rico o pobre, lo importante es tenernos cerca y mirar, escuchar y amar lo que se tiene. A esos niños que esperaban el tren de Lumiére por veinte semanas les enseñaron que si podemos creer que la vida es más hermosa que lo que nos hacen creer.
Saludos a todos
Y no pueden dejar de perderse uno de los mejores documentales que Chile ha tenido.
Bonus Tracks
1.- Película en IMDB
2.- Comentarios en Filmaffinity
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4.-  Escenas