Por Iván Rodrigo Mendizábal
(Publicado originalmente en revista digital Amazing Stories, el 29 de diciembre de 2016)
Ecuador tiene una producción literaria interesante a pesar de sus editoriales reticentes muchas veces a explorar estéticas nuevas. El 2016 ha sido un año en el que la literatura ha ido ganando espacios en los estantes de las librerías; aunque algunas provinieron de editoriales conocidas, otras salieron de editoriales nuevas, aún pequeñas, y otras fueron publicadas en modo de autoedición.
Un panorama general
En promedio en Ecuador se publican alrededor de 4491,5 libros; esto tomando los índices de 2014 y 2015, publicados por la Cámara del Libro Ecuatoriano en su informe de 2015. Se espera el informe de 2016; imaginamos que el promedio no variará. Pero, relativo a la literatura, si en 2014 se publicaron 950 títulos, en el 2015, estos llegaron a 1088, promediando 1019 libros. Proyección similar se podría hacer para el año que concluye. ¡Espero no equivocarme!
Y doy este aserto porque este año ha habido tela que cortar en el mundo literario de Ecuador. Desde novelas dirigidas a público infantil y juvenil, hasta gustos más exigentes. Ha habido literatura de género negro, experimental, realista, reelaboraciones de mitos, etc.
La ciencia ficción ecuatoriana en el 2016
Con todo, digamos que lo que se ha publicado es poco y tiene ciertas vertientes.
Por ejemplo, el libro de Margoth Proaño Miranda, Las dos caras de Ganímedes (Creaciones gráficas Robles, 2016), es ciencia ficción con pretensiones formativas y morales. Ya le dediqué una reseña a este libro que, por otro lado, es un nuevo intento de su autora para hacer ciencia ficción. En mi reseña publicada en Amazing Stories: “Las dos caras de Ganímedes: ciencia ficción didactista”, decía que tal obra trata de aleccionar sobre la existencia de seres extraterrestres, los cuales estarían vigilando que en algún momento la humanidad evolucione a un estado superior.
Habría que incluir en esta lista una novela de tono fantástico. Es el caso de El Principito y el zorro de los Andes (El Conejo, 2016) de Daniel Yépez Brito. Se trata de una relectura del clásico El principito de Antoine de Saint-Exupéry. Esta vez el personaje se sitúa en el mundo andino en diálogo con los mitos y la cultura originaria del país. De este modo, el autor nos pone a ver la riqueza filosófica y de vida de los Andes y de su gente.
A modo de evaluación
Es evidente que, de la cantidad de libros de literatura que se publican en el país, ni un 1% corresponde a la ciencia ficción. ¿Es un problema?
Más o menos diré que en promedio son 4 libros de ciencia ficción que se publican cada año, desde la década de 1990. La ventana de la ciencia ficción en el país es chiquita pero no por ello razón para desconocerla; puede haber muchas razones. Como se dijo antes, para comenzar, muchas editoriales nacionales, de las pocas que hay, parece que no se aventuran a provocar imaginarios de futuro.
Pero también falta oficio. Un problema de la literatura ecuatoriana es que aún sus cultores miran otros hechos, muchos de ellos situaciones personales, cuestiones que ameritan más bien la mirada de un sicólogo. A ratos se siente que la literatura ecuatoriana mira su propio ombligo y no se impulsa a trascender. Esto tampoco quiere decir que haya autores que hagan brillar el cielo literario de Ecuador; y este año ha sido interesante: por lo menos, para el caso, recomiendo leer: “Libros del 2016” de Sandra Araya en La Barra Espaciadora.
Pero hay un problema que el campo literario no se ha tomado en serio. El gobierno ecuatoriano se propuso hace pocos años el cambio de la matriz productiva, obligando a que las industrias produzcan para exportar; pero, sobre todo, enfatizó la necesidad de hacer de Ecuador un país productor de ciencia y tecnología. Todos los cambios de ordenamiento jurídico, educativo y productivo pareciera que se orientaron a este último campo. Empero el campo literario no se dio por aludido. Es decir, si habría que crear imágenes de cualquier naturaleza –críticos o no, propositivos o no, propagandísticos o no, etc.– respecto al impacto de la ciencia y la tecnología en el futuro, desde la literatura ecuatoriana, el momento pareció propicio.
Alguien me dirá que la literatura no tiene nada que ver con la política o con el desarrollo de un país. Habría que recordar, como dice Jacques Rancière, que la literatura tiene su parte en el reparto de lo sensible, es decir, en hacer que haya una redistribución de voces, de imaginarios, de lograr que ciertos razonamientos aparezcan traducidos a expresiones que puedan modificar las prácticas y modos de ver el mundo. La ciencia ficción lo ha demostrado y lo sigue demostrando, pues si no hay imaginarios de futuro hoy no se podría hablar de carrera espacial, de poner interés en asuntos que antes parecían distantes, como ser las cuestiones relativas a los avances de las ciencias, solo para citar algo. No quiero con ello postular que la literatura recoja lo que en el positivismo se hacía, sino hacer consciente que, como postula Rancière, hay una política de la literatura, o sea que la literatura dialoga con la realidad, precisamente porque también hace política.
Los libros citados de ciencia ficción ecuatoriana se mueven entre el didactismo, el thriller, la fantasía, etc.; tratan de brillar en el panorama descrito, pero, como dije, es cuestión de oficio para seguir bregando en la ciencia ficción, género exigente. Esperamos que en el 2017 haya más títulos.
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