Cerramos un ciclo para abrir otro, despedimos un año para saludar al siguiente y así dar continuidad temporal a nuestra existencia, sin estar completamente seguros de qué será eso del tiempo. Lo proyectamos como un avance que progresa hacia el futuro desde un pasado que dejamos atrás. Sin embargo, nada es seguro y las elucubraciones sobre la realidad del tiempo siguen siendo objeto de la filosofía y la física. Ni siquiera el instante presente puede definirse sin congelarlo en lo que ha dejado de ser para poder contemplarlo y estudiarlo, de tal manera que lo que es ya fue. Somos así de limitados en nuestro afán por comprender lo real, reduciéndolo a una realidad que pueda ser aprehendida y amoldada a nuestros conocimientos. Como los años que vamos sumando desde que a los romanos les dio por celebrar “las saturnalias”. Ahora celebramos las fiestas de Navidad, sustituyendo la agricultura por el supuesto nacimiento del Mesías, ya sin la parafernalia del buey, el borrico y la estrella de oriente. Lo cierto es que esta noche cambiamos la fecha del calendario sin que nada cambie realmente, salvo los dígitos numéricos organizados estructuralmente para contar. Todo seguirá igual en un equilibrio de espacio y movimiento que relaciona la materia con la que estamos hechos. Átomos inquietos y danzarines. Pero para los simples mortales es angustioso. Significa envejecer y avanzar hacia ese estado de entropía que es morir. Por eso el día de mañana es importante para quien esto escribe. No sólo es un año nuevo, es también un aniversario de boda y otro cumpleaños. Dentro de un rato, que se transformará en mañana, conquisto la edad de descreer, en la que prevalecen las incertidumbres que, paradójicamente, dan sosiego y tolerancia, junto a una incredulidad crónica. Y es que, en cuanto suenen las campanas, cumplo 60 años. Una cifra redonda e inmensa como la nada. Nada que se abre y se cierra en mi contabilidad vital y subjetiva. Nada importante, ya ven, pero que me hace hablar del tiempo y de ciclos que se cierran y se abren. Especulaciones de viejo.