Los dos en el umbral de casa.
Uno la franquea y el otro está en el rellano.
Estamos parados, que no bloqueados.
Como siempre las despedidas se nos alargan.
Creo que más bien antes las alargábamos.
Matices, ya sabes.
Un sentimiento de extrañeza y de derrota comienza a invadir ese umbral.
Sentimiento provocado por un gesto que dura escasos segundos con sus respectivas milésimas.
Despego un adorno de la puerta.
Pero es más que eso.
Arranco un posible futuro de ese umbral y digo adiós.