Esta entrada es la primera de una serie de cinco entradas que componen una serie especial con motivo de la concesión del I Premio Merck al mejor blog de salud, tal y como aparecía en las bases del mismo. La idea es iniciar hoy la publicación de esta serie, con entradas quincenales. Mi intención es enlazar los cuatro elementos clásicos de la historia de la medicina, como símbolos de diferentes aspectos de la vida del ser humano sobre el planeta, su impacto sobre la salud -especialmente de la infancia- y algunos de los esfuerzos que ya se están realizando en relación con ello. Espero que os gusten.
La vida en nuestro planeta comenzó en el agua. La vida de cada ser humano comienza también en el agua. No es extraño, por tanto, que ya desde antiguo en las culturas que nos han antecedido el agua haya sido considerada uno de los cuatro elementos clásicos:
El agua en nuestros días sigue siendo fuente de vida y su ausencia o calidad no adecuada fuente de múltiples enfermedades (transmitidas por el agua, con base u originadas en el agua, de origen vectorial relacionadas con el agua y vinculadas a la escasez de agua), una gran mayoría de ellas procesos diarreicos que en su conjunto y según cifras de la OMS y UNICEF de 2009 originan 1,5 millones de muertes infantiles anuales (segunda causa de mortalidad infantil mundial), más que el SIDA, la malaria y el sarampión juntos. Es por tanto primordial asegurar el abastecimiento y la calidad del agua a toda la población, a l@s menores, tal y como recoge el artículo 24.2c de la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada y ratificada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989 (el enfatizado es mío):
Artículo 24
1. Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud. Los Estados Partes se esforzarán por asegurar que ningún niño sea privado de su derecho al disfrute de esos servicios sanitarios.
2. Los Estados Partes asegurarán la plena aplicación de este derecho y, en particular, adoptarán las medidas apropiadas para:
(…)
c) Combatir las enfermedades y la malnutrición en el marco de la atención primaria de la salud mediante, entre otras cosas, la aplicación de la tecnología disponible y el suministro de alimentos nutritivos adecuados y agua potable salubre, teniendo en cuenta los peligros y riesgos de contaminación del medio ambiente;
También está este derecho muy relacionado con el cumplimiento de varios de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, especialmente el 7 (aunque íntimamente relacionado, evidentemente con el 1 (reducción de la pobreza extrema y el hambre), 4 (reducción de la mortalidad infantil en menores de 5 años) y 5 (relativo a la salud materna)):
Objetivo 7: Garantizar el sustento del medio ambiente.
Incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas nacionales y reducir la pérdida de recursos del medio ambiente.
Haber reducido y haber ralentizado considerablemente la pérdida de diversidad biológica en 2010.
Reducir a la mitad, para 2015, la proporción de personas sin acceso sostenible al agua potable y a servicios básicos de saneamiento.
Haber mejorado considerablemente, en 2020, la vida de al menos 100 millones de habitantes de barrios marginales.
Pero hay historias que nos conmueven y nos dan esperanza. Os dejo con tres: La primera, en texto escrito, es la historia de Giuseppe Argese y la montaña sagrada del agua; os dejo que veáis las otras dos en los siguientes vídeos, el primero protagonizado por Jennifer Connelly y el segundo que narra la proeza de un niño de 6 años que no se deja cortar las alas: