Revista En Femenino

Cinco lecciones veloces para madres lentas (por Julieta Venegas)

Por Mamikanguro @MamiKanguro

Antes, cuando no era madre y el tiempo igual se me escurría entre los dedos, el apuro era porque me convirtiera a esta tribu. Una vez que me convertí, se me revelaron sendas lecciones de protocolo social para una madre urbana del siglo xxi. Tomen nota (y vaselina) de lo que hay que decir en público, o de algunas cosas que van a escuchar si están esperando un bebé.

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Lección 1: Una flamante mamá debe volver a ser la de antes lo más rápido posible.

Una viene de atravesar un vendaval, pero no falta alguien que a los pocos días te dice “¡Ay… todavía estás hinchada! (y bue, vengo de parir a un retoño de casi cuatro kilos, mamita, no de pelear con la Tigresa Acuña)”. Así que ladies, a no descuidarse…que no hay excusa para no estar flaca, sexy y lista para encargar al próximo heredero (agenden en sus ratos libres), a partir de las dos horas después del parto

Lección 2: Una flamante mamá debe volver a trabajar lo más rápido posible.

De todas las preguntas que la gente hace sin pensar –seamos buenas, nadie pregunta con mala intención, claro- quizás una de las más insidiosas sea

¿cuándo vas a volver a trabajar?. La sola formulación denota un apuro soft. En mi caso personal, trabajo sin descanso desde los 18 años y por primera vez en la vida decidí frenar unos meses cuando nació mi hijo. La cantidad de gente que me preguntó cuándo volvía a trabajar no me molestó en absoluto, pero sí me llamó MUCHO la atención. Porque las redes sociales para que una madre se reinserte laboralmente casi no existen. Licencias extendidas por maternidad y paternidad, jardines maternales en todos los lugares de trabajo o jornadas laborales lógicas parecen atributos de los suecos.

Lección 3: Una flamante mamá debe tratar de que su hijo sea independiente lo más rápido posible.

Me encanta que mi hijo tenga confianza en sí mismo. Elemental. Pero me hace gracia cuando la gente habla de ciertas cosas que fomentan (o no) la (in)dependencia de los bebés. No lo alces mucho que te va a tomar el tiempo. Como si no necesitar la teta o los brazos o el contacto físico, lo hicieran más “inteligente”. Una mamá amiga se ríe descaradamente cuando sale el tema: “¿de verdad alguien cree que un niño de dos años puede ser independiente?”.

Lección 4: Una flamante mamá debe tratar de que su hijo se duerma solo lo más rápido posible.

Que no necesite mamadera ni palmaditas en la cola para conciliar el sueño. Que no se acostumbre a la cama de los padres. Que Fulanita, desde que su bebé cumplió tres meses, le da las buenas noches, le apaga la luz y cierra la puerta.

Entiendo que hay bebés que desde los primeros días tienen buen sueño y otros que no. Así como hay gente flaca y gente gorda. Amo dormir. Pero hay algo que me hace ruido: casi todas las madres de hijos menores de año y medio que conozco – unas viven en la Argentina, otras en Mozambique y otras en España; unas le dan la teta y otras mamadera; unas lo duermen en brazos y otras como señoritos ingleses en su cuna y sin tocarlos –admiten que sus hijos se despiertan en la noche por lo menos una vez y tienen que levantarse a consolarlos. Que un bebé se duerma solo, rápido, y de un tirón quizás sea un deseo más afín a la necesidad del adulto que a la física y deseo del bebé.

Lección 5. Una flamante mamá profesional debe desprenderse lo más rápido posible de su hijo.

Vas a tener que mandarlo al jardín. Vas a tener que buscar a alguien que lo cuide. Vas a tener que escuchar como mucha gente te repite estas letanías que pueden o no funcionar, pero en todo caso, dependen de cada situación particular. Mi hijo va al jardín desde los 15 meses. Hay una persona que me ayuda con su cuidado y es un sol. Pero la velocidad a mi alrededor bajó de todas formas. El vértigo laboral que solía acompañarme antes de ser madre se ralentizó.

Con estas lecciones ocurre como con los autos: los que van rápido no se conforman con hacerlo, sino que además quieren hacer correr al resto de la humanidad. A veces tengo la sensación de que la presión social pasa en un momento del cuerpo femenino al cuerpo del bebé. O que una mujer que frena pone en peligro algo. Espejitos de colores. Como si una se estuviera perdiendo de algo ahí afuera y para tratar de recuperarlo tiene que pisar el acelerador.

Una mujer frena y anida porque está fabricando tejidos y huesos. Una mujer frena porque está abocada a criar a su cachorro, a enseñarle lo que es agua y lo que es un abrazo y lo que es una manada. Y cada una tiene derecho a decidir a qué velocidad quiere hacerlo.

No me da pudor decir que bajé varios cambios (y que produzco más así que antes, pero esto no lo vamos a difundir). No fui yo la que lo decidió, fue la naturaleza la que me pegó un sacudón, la que me hizo andar un poco más lento y tampoco tanto.

Yo estaba embarazada de cinco meses y quería estar en Machu Pichu. Y cuando estuve en Machu Pichu con la panza sentí que estaba bien estar en Machu Pichu y también en la cama del hotel. Adentro y afuera. Estamos hechas de eso que no tiene por qué contradecirse y sin embargo a veces el apuro por volver al afuera, produce tensión.

Entiendo que para salir del cascarón y de los patrones machistas, las mujeres primero tuvieron que romperlo todo a patadas. Pero quizás haya llegado la hora de encontrar nuevos espacios y andar a otros ritmos, más armoniosos y propios, pero no sólo con la mamá y el bebé, sino con toda la humanidad.

“Sé delicado y espera, dame tiempo para darte todo lo que tengo”.

Julieta Venegas, Lento


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