Un directivo necesita una mente reflexiva. De lo contrario se convertirá en un ser sin memoria y su vida será una sucesión de eventos que pasarán sin ser digeridos ni procesados. La reflexión, el proceso de detenernos a pensar con detenimiento en lo que nos sucede, nos ayuda a convertir todo ese bagaje en experiencia y en aprendizaje. Y el aprendizaje nos ayuda a ser más capaces cada día.
Un directivo necesita una mente analítica, una mente que le permita capturar la complejidad a la que se enfrenta. El ejercicio del análisis le ayudará a descomponer fenómenos complejos en partes que le permitirán entenderlos con facilidad, lo que simplificará su manera de gestionar la realidad. Es cierto que el exceso de análisis puede ser peligroso, pero también lo es una vida sin análisis.
Un directivo necesita tener una mente conectada con el mundo en el que vive. No se trata de percibirlo desde la distancia sino de sumergirse en toda su diversidad. Nuestro mundo es la suma de muchos mundos que lo integran y eso nos obliga a mantener conversaciones con proveedores, clientes, grupos de interés y, en general, con toda las formas de percibir y entender la complejidad en la que nos encontramos inmersos.
Un directivo necesita una mente abierta a la colaboración. Sabe que su trabajo no consiste en gestionar personas sino en gestionar relaciones. Y sólo podrá trabajar con equipos, proyectos, alianzas, divisiones y redes desde el compromiso, recurriendo más a escuchar que a hablar, y a la cooperación más que al control.
Un directivo necesita una mente orientada a la acción. Debe ser consciente del terreno que pisa y de lo que los miembros de su equipo pueden hacer, para así ayudarles a fijar y a mantener una dirección. Sabe que el cambio es inevitable, pero también sabe que cambiar es un proceso de aprendizaje del que nos podemos enriquecer gracias a la curiosidad y a nuestro deseo de crecer.
No se trata de trabajar simultáneamente en un cinco procesos mentales. Mas bien de saber identificar en cada momento cuál es la forma de pensamiento que mejor nos ayuda a procesar la realidad a la que nos enfrentamos.
Y conseguirlo es un aprendizaje largo. Una carrera de fondo que puede llevarnos una vida. Pero nos ayudará a crecer como profesionales y como personas. Merece la pena.
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