En Cinco minutos de gloria (Five minutes of Heaven) se nos presentan dos personajes cuyas vidas se vieron transformadas a raíz de un atentado en 1975 del grupo paramilitar norirlandés UVF (Fuerza de voluntarios del Ulster) en el que un joven católico irlandés es asesinado en presencia de su hermano menor por un pistolero protestante. En la película, uno es el que dispara, el otro es la víctima. Veinticinco años después se ven las caras en un programa de televisión que intenta cerrar las viejas heridas del conflicto irlandés. Esos cinco minutos de gloria es el tiempo que tiene el asesino Alistair Little(Liam Nesson) para suplicar perdón a su víctima, Joe Griffen (James Nesbbit).
La película arranca en un viejo caserón que servirá como set de rodaje del programa. En una de las habitaciones, la víctima, Joe Griffen, se pasea de un lado para otro como un ratón encerrado, nervioso ante el reencuentro con Alistair Little, el asesino. Es esta parte inicial de la película sin duda, la que más fuerza tiene. James Nebbit consigue transmitirte toda la angustia que palpita en su corazón, el lenguaje está cargado de violencia, se respira tensión, aunque no se sepa muy bien de donde proviene ese sentimiento. La maestría del director Olivier Hirschbiegel (El hundimiento) se demuestra aquí gracias a la confrontación de ambos personajes. Mientras la víctima está desquiciada, agotando un cigarrillo tras otro. Liam Nesson se presenta en el set tranquilo, con un traje impoluto, hasta diría que el cabrón huele de fábula. Le maquillan tranquilamente y espera a su oponente, como si de un bastardo ring de boxeo se tratase. Al final, la pelea no llega. Pero el directo consigue transmitir el dramatismo del encuentro sin que este llegue a producirse, cada gesto, cada mirada al vacio es una declaración de intenciones. El espectador en ese momento respira pánico.
En el segundo acto, las vida de nuestros dos héroes, Alistair Little lo es por arrepentirse y buscar el perdón, el otro por casualidad, se desarrolla con normalidad, con sus familias, sus aspiraciones. Pero no encuentran un sentido a esa normalidad, su existencia ya está traumatizada. El personaje de Nebbit, Joe Griffen, advierte que su vida es una basura, que es incapaz de ser feliz por aquel fantasma que le lleva veinticinco años persiguiendo. Es un muerto en vida que necesita redención. Por su parte, el personaje de Nesson ha adquirido cierta relevancia pública, tiene bastante éxito y aparentemente, un vida hecha. Pero también es un desgraciado, un infeliz, paradojas de la vida. Aquel encuentro siempre porstergado se produce, pero es en vano, perdonarse no va a mejorar sus vidas. Griffen sigue siendo un despojo, agarrado sin fuerzas a lo poco que vale la pena de su existencia, Little, será siempre un hijo puta.
Decía al principio que son pocas las películas que abordan la psicología de la víctima. En este caso creo que Cinco minutos de gloria lo ha logrado. El director ha construido un filme bello, con muchísima tensión interna. Una película de personajes, imprevisibles y también magníficos. Espero que al espectador, al menos a mi me impactó, le cale esta película sin mensaje, sin valentías ni superaciones, un filme de humanos contra humanos, con lo patético que es eso.