Cinco motivos para ir a Coachella… ¡y cinco para no acercarse!

Publicado el 11 abril 2013 por Halo_di @halo_di

Hoy es un día triste. Hace un año, la que aquí escribe estaba haciendo las maletas con muchísima ilusión (y un miedo horroroso, como cada vez que le toca volar) para vivir una aventura al otro lado del charco. Tras intentarlo MUY FUERTE en 2011 sin ningún éxito (y llevándose un berrinche considerable), vuestra amistosa vecina Halo Di y dos de sus mejores amigas por fin habían conseguido lo que pensaban era inalcanzable: entradas para uno de los festivales más míticos del mundo mundial, el Coachella.

Os pongo en antecedentes: El Festival de Música y Artes de Coachella Valley se celebra dos semanas consecutivas (más o menos siempre por estas fechas) en la ciudad de Indio, California, y reúne lo más granado del panorama musical. Las bandas más in del momento comparten escenario con viejas glorias y grupos que hacía años que no tocaban juntos. Y es MUY PERO MUY COMPLICADO conseguir entrada. Solo se pueden comprar online, y con chorrocientos mil frikis musicales (como tú) entrando a la vez en la web, el colapso está asegurado y los abonos se agotan en menos de dos horas. Nosotras estábamos conectadas simultáneamente con el ordenador y tres móviles, y, aún así, vimos como iban desapareciendo rápidamente las entradas de la primera semana. El drama vivido el año anterior tenía toda la pinta de repetirse. Hasta que, muy juiciosamente, una de mis amigas propuso coger un pack que incluía el hotel, y, tras unos minutos de angustiosa espera, éramos las orgullosas propietarias de una reserva en una coqueta villita en Palm Desert y el deseado abono para la segunda semana.

Unas horas de vuelo, unos días en Los Angeles (ciudad a la que espero regresar pronto porque me quedé con ganas de más), y allí estábamos. ¡En el jodido (perdón por el lenguaje) desierto! Y después de tres días de conciertos que se pasaron en un suspiro, carretera, avión, y de vuelta a Madrid. Y me traje conmigo estas cinco razones para ir (o no) al festival que hoy, muerta de la envidia, recuerdo en el blog:

EL CARTEL
A favor:
si por algo se caracteriza Coachella es por ser el escenario de numerosas reuniones. Grupos como Jane’s Addiction, Siouxsie and the Banshees, Iggy Pop and The Stooges, Bauhaus, Pixies, Portishead, Faith No More, The Jesus and Mary Chain, The Verve, My Bloody Valentine, Rage Against the Machine, At the Drive in o Refused (y The Postal Service este año) dieron su primer concierto bajo el abrasador sol californiano tras llevar largo tiempo separados. Además, SIEMPRE hay alguna sorpresa. Nosotras tuvimos la suerte de ver a John Fogerty, cantante de la Creedence, tocando The Weight, el clásico de The Band, junto a The Black Keys en homenaje al batería Levon Helm, tristemente fallecido unos días antes. Y del holograma de Tupac Shakur en el concierto de Dr. Dre y Snoop Dogg ni hablamos… Pelillos de punta, oiga.
En contra: festivales como el Primavera Sound o el FIB pueden mirarle a la cara con sus respectivos cartelazos.

LA LOCALIZACIÓN
A favor:
no hay atardeceres tan bellos como los de allí. Y es que (perdón otra vez por el lenguaje), ¡es el jodido desierto!
En contra: ¡es un (perdón, perdón) jodido desierto! Las temperaturas no suelen bajar de los cuarenta grados y, por mucho que te hidrates, intentes cazar una de las escasas sombras del recinto o vayas a una de las carpas a remojarte, si, como es mi caso, tienes la tensión baja, te pasas al borde de la lipotimia y rezando para que llegue la noche el noventa por ciento del tiempo. Lo de los mosquitos mutantes que allí habitan es otra historia… ¡de terror!

LAS PECULIARIDADES AMERICANAS
A favor:
son unos “anfitriones” amabilísimos. Que tres españolas hubieran viajado desde Madrid al festival, les pareció cool, awesome, y muchas cosas más que no entendí (es lo que tiene que tu nivel de inglés sea el mismo que el de nuestra querida alcaldesa).
En contra: parecerá una chorrada, pero una de las cosas más chocantes del festival para nosotras, pobres españolas cerveceras, fue entender el concepto beer garden. El consumo de bebidas alcohólicas en Estados Unidos está prohibido a los menores de 21 años, y para controlarlo solo podías consumir alcohol en unas zonas designadas especialmente para ello previa muestra de tu DNI. El problema es que estaban algo alejadas de los escenarios y tenías que escoger el momento preciso para tomarte la deseada cervecita o perderte parte de algún concierto.

LOS HORARIOS
A favor:
los grupos son puntuales hasta la náusea. Si pone que el concierto de Radiohead empieza a las 23:05, EMPIEZA A LAS 23:05. Ni un minuto más ni un minuto menos. Nada de sorpresas de última hora como el inesperado (y poco anunciado) cambio de horario que hace un par de años nos dejó sin ver a los Simian Mobile Disco en el Primavera Sound.
En contra: empezar un festival EN EL DESIERTO a las doce de la mañana es INHUMANO. Nos perdimos a bandas como The Vaccines o Fanfarlo porque no había narices de llegar tan pronto al recinto. La distribución fue de lo más peculiar en muchos de los casos y te encontrabas con que grupos como Justice, perfectos para cerrar la noche, tocaban a las siete de la tarde. Raro, raro, raro…

EL DINERO
A favor:
en mi caso particular, yo iba principalmente por Refused, At The Drive-In y Radiohead, con lo que si hubiera querido verlos en Ejjjjjpaña tendría que haber comprado entradas para Bilbao BBK Live, Primavera Sound y FIB. Aunque el abono para el Coachella no es barato, sigue siéndolo más que comprar pases para tres festivales diferentes.
En contra: a eso tienes que unirle los gastos de avión y alojamiento.

Pero, pese a haberme pasado el festival con un angelito y un diablillo subidos en cada hombro recordándome en todo momento lo que molaba o no, pese a saber que en nuestro país tenemos grandísimos festivales que no le tienen nada que envidiar a este grande entre los grandes y pese a haber sido devorada por los malditos mosquitos mutantes, no puedo negar que fue toda una experiencia, y que en cuanto tenga ocasión (y dinero) pienso volver a plantarme allí. Y ahora voy a dejar el teclado muy lentamente y me voy a ir a llorar amargamente al rincón… Aisss…

Las  fotos son obra de Yolanda Marín.


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