Escribir es una labor tan accesible como compleja. Estás de vacaciones en un lugar apartado, casi de “retiro espiritual”, y piensas que es buena idea empezar un diario, plasmar tus percepciones y tu evolución vital en el papel. O estás en medio de un proceso traumático y tratas de exorcizar los demonios que te torturan a través de las teclas de un ordenador. Es una forma de manifestar uno de los anhelos más básicos de la humanidad: perdurar. A través de algo, aunque solo sea un legajo que se encuentre alguien dentro de un siglo, dejar una impronta que nos sobreviva.
Ya se sabe, tener un hijo, plantar un árbol y…
Es algo hermoso en realidad, y a ello contribuye justo que cualquiera pueda hacerlo. Sin embargo, escribir y ser escritor son dos puntos separados por un largo camino, y no precisamente de baldosas amarillas.
¿Quién quiere ser escritor y quién se contenta con escribir? No es una pregunta tan sencilla. A veces, incluso, ambos intereses coinciden o se trenzan, y no es algo malo. Pero sí es cierto que es posible distinguir, al menos, varios puntos por los que alguien debe pasar necesariamente para poder considerarse escritor.
Desde aquí, señalamos cinco:
1- Escribes todos los días, aunque no tengas ganas. Hay autores que se refieren a ello como “crear un hábito”, pero es posible que sea más adecuado hablar de desempeñar un trabajo, aunque sea de forma complementaria a esto mismo. Ser escritor requiere una cierta exigencia, al igual que ser pintor, músico o corredor de maratones. Necesitas entrenar para poder progresar.
2- Exploras distintas formas de escribir. Es algo conectado con el punto anterior, entrenar requiere comprobar los propios límites. ¿Os imagináis a Messi entrenando únicamente los saques de esquina? No, ¿verdad? Messi hace carrera continua, ejercicios programados, partidos de entrenamiento, algo de rutina en gimnasio y hasta cosas raras con balones de pilates. Del mismo modo, un escritor se ejercita con géneros y técnicas variadas.
3- Tratas de relacionarte con otros escritores. Es la mejor forma de aprender. Tu familia siempre te va a decir que lo que has escrito está muy bien, aunque no lo piense (bueno, también hay por ahí familiares bastante… malintencionados), pero entrar en algún foro y que un escritor más hábil y experto despedace tu creación en forma y fondo no tiene precio. No solo eso, es una oportunidad de oro para ver cómo afrontan los demás sus procesos creativos, correcciones, exploraciones de estilos distintos y todo ese tipo de herramientas que forjan a un escritor. Es más, en estas comunidades muchas veces se suelen hacer pequeños concursos a nivel amateur, que ponen a prueba la versatilidad del autor. En fin, somos seres sociales hasta para esto.
4- Planificas tu trabajo. No se trata solo de escribir a diario y buscar herramientas para mejorar. Está demasiado extendida la imagen del autor poseído por las musas y creando a un ritmo frenético, pero es algo bastante irreal. La mayoría de lo que escribes es fruto de tirarte de los pelos delante de la hoja en blanco. El quid de la cuestión es si cada día te fijas un objetivo (número de palabras, tiempo concreto, ejercicios, lo que sea).
5- Muestras lo que escribes. E insisto, no solo a tus allegados. Al terminar algo, salir de la zona de confort puede significar encontrar la perspectiva adecuada. Deja que otras personas lean tus manuscritos, a ser posible con espíritu crítico, y trata de escuchar lo que te dicen y aprender tanto de tus aciertos como de tus errores.
Es posible que haya muchas más opciones, o incluso que haya quien “milagrosamente” no necesite estas dosis de esfuerzo y sacrificio, pero estoy convencido de que estos cinco puntos son innegociables salvo que seas uno de esos pequeños milagros. Para el común de los mortales, además de lo anterior, tengo un punto más:
Disfrutas de escribir, hasta en los momentos en los que lo odias y no te sale nada por más que lo intentas. Hasta los días en los que tienes que robarle horas a la cama. Si de verdad lo haces, cuando te encuentres con el fruto de tu trabajo encontrarás recompensa, independientemente de si consigues un best-seller o una obra anónima.