Ya hemos tocado muchas veces en Amor Maternal, y en mi libro Reflexiones sobre Crianza Respetuosa lo trato en varios capítulos también, el tema de la crianza no punitiva, sin castigos físicos ni psicológicos.
Comentábamos las consecuencias a largo plazo del llanto infantil prolongado, no consolado, las cuales son importantes de considerar -a mi parecer- cuando hablamos de castigo infantil, ya que muchas formas de castigo causan mucho llanto en los niños, y tienen un efecto en común: el hecho de que el pequeño ya no se sienta protegido -sino todo lo contrario; agredido- por su figura de apego, quien en lugar de cuidarlo lo está agrediendo, quien en lugar de contenerlo emocionalmente y guiarlo, está desatendiendo sus necesidades emocionales, sean visibles o subyacentes.
También hemos hablado anteriormente sobre la silla o rincón de pensar, también conocido como Time Out, o Tiempo Fuera, por qué no recomiendo aplicarlo, por qué no es respetuoso con el niño, y cómo puede sentirse un pequeño cuando aplicamos estas formas punitivas en nuestro día a día.
Hoy quiero compartir con ustedes cinco razones para evitar los castigos y criar respetuosamente a nuestros hijos:
- El castigo físico demuestra la incapacidad del adulto, su falta de recursos para resolver una situación conflictiva.
- Golpear o cachetear a un hijo es un pésimo ejemplo de estrategia de resolución de conflictos. Luego, ¿cómo le explicamos que no pegue a otros niños si surge un conflicto?
- El castigo físico o psicológico degrada, humilla, denigra al que lo recibe y no resuelve la raíz del problema. Sería, en tal caso, un pobre e infructuoso intento de tapar el sol con un dedo; los problemas resurgirán en algún momento, probablemente con mayor gravedad y de forma más exacerbada.
- Las manos del cuidador son precisamente para cuidar al niño, no para agredirlo. Sus labios son para besar, cuidar, reconfortar, aportar herramientas de gestión de las emociones, consolar, dialogar y buscar juntos soluciones.
- El castigo físico es ilegal en más de ochenta países. Es un acto de cobardía ya que quien agrede es muchas veces como mínimo cuatro veces más pesado que el niño, y probablemente le dobla la estatura. ¿Te imaginas cómo se siente una bofetada de alguien que mide 3,40m y pesa 240kg? Pues eso mismo siente un niño: terror entre otras cosas.
Recursos adicionales:
- El castigo infantil jamás se olvida
- Efectos a largo plazo del castigo infantil
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