Cincodays Bonus…por César del Campo de Acuña
La importancia de un buen verano
Oigan no se que tiene la canícula que asoma la patita por debajo de la puerta del calendario y es ponerse todo el mundo de un tropical que ríase usted de los amigos aquellos del “me estas estresando”. Así es queridos lectores, el verano ha vuelto. Vuelve el calor, vuelven los chiringuitos, vuelve la cancioncita de marras que nos pondrá las orejas como coliflores, vienen las chancleta 24/7, los gorros de paja, los señores mayores con habaneras, las aglomeraciones, el salitre, las quemaduras, los mosquitos…vamos, toda una serie de maravillas que no aparecen ni por asomo en esos paradisíacos anuncios de calitas virginales en los que, desde un barco, unas modelos saltan a un refulgente mar de aguas color turquesa.
¿Pinta mal la cosa? ¿Eh? Bueno, será mejor que no me hagan mucho caso. Vivir siempre en un destino turístico hace que el estío no te haga especial gracia, lo cual no quita que reconozca la importancia de un buen verano. Durante años, y a pesar de la poca amistad que me une con esta temporada, he creído que es posible un buen verano independientemente de donde se decida pasar esos días de solaz y esparcimiento. Mar o montaña, montaña o mar… ¡menuda decisión! pero claro, ante tal disyuntiva, un ritmo sandunguero acompañado de camisas hawaianas y espíritu caribeño nos invade empujándonos con ganas y arrojo a la playa. Sur, este, noreste y las islas son las zonas playeras por antonomasia de la piel de toro y para ya que se va todo el mundo sea en coche, moto, caravana, tren, avión o burro, no importa el medio de transporte, lo único que importa es llegar y cuanto antes mejor, no ocurra que no encuentren sitio en la arena.
El problema radica en que nuestra propia humanidad nos lleva a planear los eventos de nuestro futuro más inmediato con poca antelación. Pongamos por ejemplo que nos apetece viajar este año a Salou, uno de los lugares turísticos más populares de España. La mayoría dejaría el destino de sus vacaciones en manos de una de esas agencias de viajes que en esta época están hasta arriba de trabajo o en una torpe y poco eficiente búsqueda de un lugar donde acomodar sus huesos durante el tiempo que duren sus vacaciones en el municipio de la Costa Dorada. Y es precisamente, en ese momento en el que no nos ocupamos nosotros mismos de buscar el sitio idóneo, donde el verano pasa de ser algo idílico a algo parecido a la película de terror Turistas (John Stockwell – 2006). Si hubieran dedicado un poquito más de tiempo habrían encontrado en un periquete los Apartamentos Les Dàlies, un sitio ideal para familias o grupos de amigos, muy económicos pegados a la playa y cerca de Port Aventura, el parque de atracciones y claro, sus vacaciones abrían sido otra cosa y no el calvario que suelen ser por no dedicarle ni cinco minutos a encontrar ese sitio al que querrán volver, volver y volver (como dice la canción).
Es que la importancia de un buen verano, en estos tiempos modernos de correos electrónicos a las 4 de la mañana gracias a los dichosos teléfonos móviles, resulta capital. Ser capaz de desconectar del mundo extremadamente competitivo que nos hemos montado mientras nos dábamos palmaditas en la espalda por lo bien que lo hacíamos, no es una tarea sencilla y conseguirlo por medio de un buen descanso resulta crucial para soportar la intolerable carga que nos impone sentirnos como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas durante, prácticamente, todo el año. Tópicos a un lado y fobias personales a otro, el verano es una época sensacional, donde la gente se siente más viva, dispuesta a intentar cosas que el resto del año no se ve con fuerzas a llevar acabo y solo por esos motivos ya merece la pena. Sencillamente, no dejen que gruñones como yo o malas decisiones derivadas de la falta de tiempo les estropeen su recompensa anual.
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