Cine amable

Publicado el 25 octubre 2016 por María Bertoni
La opera prima de Bonomo se estrena pasado mañana en salas de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Santiago del Estero y Neuquén.

Al principio de Miss, Robert cuenta la película que algún día dirigirá. La cuenta a sabiendas de que le falta resolver un giro narrativo, y sin saber que ese adelanto trunco opera como introducción de otra película que él mismo protagoniza, y que dirige un tocayo: el debutante Robert Bonomo. Aunque muy distintos, ambos films (el imaginado y el real) remiten a un cine infrecuente: aquél que recrea las fantasías ingenuas (infantiles según los espíritus superados) de algunos adultos.

El guión que Bonomo escribió con Juan Villegas y Santiago Giralt gira en torno a un treintañero argentino, hijo de padre chino y madre brasileña de familia japonesa, obsesionado con los récords, deseoso de dar su primer beso en la boca (debe ser por amor) y en busca de algún papel destacado que le permita abandonar su condición de extra de cortos publicitarios. El encuentro azaroso, a partir de un insólito pisotón, con una joven aspirante a modelo profesional parece auspiciar un cambio importante en la vida apacible de este personaje que los seguidores de Marcelo Tinelli llamarían goma.

Sin dudas, Miss se posiciona en las antípodas de Ideas del Sur y otras fábricas de entretenimiento masivo. Por lo pronto, Malena Villa encarna a una estudiante de modelaje con más dudas que certezas, y Robert Law compone un alter ego que nuestra televisión basura haría trizas.

A contramano de la fórmula tilleniana, Bonomo, Villegas, Giralt entienden que las taras humanas pueden ser materia prima, no sólo de personajes entrañables, sino de historias ajenas a los moldes exitosos que rigen la producción serial de cine y TV. Por eso cuesta clasificar esta comedia romántica. A lo sumo los espectadores sensibles a las historias de amor entre rotos y descosidos se ilusionarán con el final abierto que, en cambio, le resultará redondo al público fascinado con la obsesión del protagonista por los récords y por ese primer beso que todavía no dio.

Son más las diferencias que las similitudes, y sin embargo la opera prima de Bonomo parece tener algo de El rey de la comedia. Con perdón de la simplificación, podría decirse que Robert es una versión bonachona de Rupert Pupkin. El joven argentino de ascendencia asiática no tiene la amargura ni la ambición desmedida del personaje que Robert De Niro interpretó décadas atrás a pedido de Martin Scorsese, pero es igual de obsesivo, insistente, defectuoso, sapo de otro pozo, goma.