El escándalo suscitado por La ley de Herodes representa un eslabón más -ojalá que el último- en la lamentable cadena de censuras por motivos políticos que ha agobiado al cine de nuestro país.
Como en su tiempo lo fueron La sombra del caudillo (1960) o Rojo amanecer (1989), La ley de Herodes fue primero aprobada como proyecto fílmico, para luego ser objeto de un burdo intento de veto que terminó provocando la renuncia de Eduardo Amerena, director del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), y el consiguiente desprestigo de las autoridades cinematográficas mexicanas.
La ola desatada por el escándalo generó una gran publicidad gratuita a la cinta, la cual se convirtió en una de las más taquilleras de principios del año 2000. Sin embargo, la polémica terminó por desviar la atención del público hacia aspectos de índole extra-cinematográfica, dejando a un lado algo muy importante: que La ley de Herodes es una excelente película.
La impecable factura técnica de Luis Estrada -evidente en Bandidos (1990) y en la esplendorosa y poco difundida Ámbar (1994)- se manifiesta en La ley de Herodes tanto en su cuidada escenografía, como en el meticuloso trabajo fotográfico de Norman Christianson, que remeda hasta en las “nubes perfectas” al estilo de don Gabriel Figueroa.
Referencias cinematográficas a la Época de Oro
La sapiencia cinematográfica del director convierte a la cinta en un verdadero “baúl” de referencias cinematográficas a la Época de Oro. En ella están los personajes de María Candelaria (1943) (incluyendo la cochinita), la música de las rumberas, el homenaje a Tin Tan en el personaje interpetado por Damián Alcázar, entre otras alusiones a los “años dorados” de nuestra cinematografía. Sin embargo, la historia nos advierte que no todo tiempo pasado fue mejor. Al contrario, fue igual o peor.
La carrera de Luis Estrada ha sido esporádica pero firme. Su pasión por el cine es evidente y ha sido criticado precisamente por ello. No es un director muy querido por la crítica nacional (en alguna ocasión un crítico mexicano se refirió a él como “el Spielberg tenochca”). A pesar de ello, Estrada sigue empeñado en hacer cine en México y ha conseguido, por primera vez, que una película suya sea exhibida en condiciones adecuadas para que el público pueda apreciarla.
A partir de La ley de Herodes, e independientemente de los proyectos que tenga Luis Estrada en el futuro, su carrera como cineasta ha alcanzado un punto importante. Seguramente, allá donde esté, el “Perro” Estrada debe sentirse muy orgulloso de su “cachorro”.
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