En 1958 la 20th Century-Fox estrenó un film que no tardaría en causar sensación en todo el mundo: The fly (llamado La mosca de la cabeza blanca en Argentina y La mosca en el resto de países hispanohablantes).
Fue dirigido por Kurt Newmann y protagonizado por David Hedison, Patricia Owens, Vincent Price y Herbert Marshall.
Su trama narra la historia del científico Andre Delambre (David Hedison), quien está trabajando en una máquina que teletransporta materia, la cual funciona desintegrando el objeto y transportando sus átomos a la velocidad de la luz hasta una cámara receptora. Al principio experimenta con objetos inanimados, pero luego utiliza seres vivos, como el gato de la casa y una cobaya. Su esposa Helene (Patricia Owens), que está preocupada por el hermetismo de su marido, baja al laboratorio para ver cómo está. Sin embargo, lo encuentra con la cabeza cubierta por una tela negra y con una de sus manos deforme. Andre, quien solo puede comunicarse a través de notas escritas, le explica a Helene que al intentar teletransportarse a sí mismo, una mosca entró al desintegrador junto a él, lo cual provocó que sus átomos se mezclaran (cual metamorfosis kafkiana). Es por eso que deben encontrar a la mosca de cabeza blanca para ponerlos nuevamente juntos en la máquina y tratar de reordenar su átomos para volver a su estado original. Tras varios intentos fallidos por atrapar la mosca, ésta termina escapando al jardín...
La cinta obtuvo un notable éxito de crítica y público. La verdad es que muchas de sus escenas aún resultan impresionantes a día de hoy, por lo que es fácil entender que no tardara demasiado en convertirse en un auténtico clásico de culto (que daría paso a una apresurada secuela -estrenada sólo un año después- a fin de seguir rentabilizando dicho éxito). Si bien el presupuesto de esta secuela ya fue mucho menor que el de su famosa predecesora -incluso se rodaría en blanco y negro-, y aunque su historia no era más que un obvio reciclado de la de aquella, eso no resultaría un impedimento para que, aún sin merecer ser considerada una obra maestra, nos encontremos ante un film de serie B más o menos digno y relativamente efectivo.
Return of the fly (El monstruo de los mil ojos en Argentina y El regreso de la mosca en el resto de países hispanohablantes) fue dirigida por Edward L. Bernds (se da el caso de que Newmann había fallecido durante el verano de 1958) y protagonizada por Vincent Price (el único del elenco original que repitió, y cuya presencia es el gran aval de la cinta), Brett Halsey, John Sutton, David Frankham y Dan Seymour.
Su argumento nos transporta 15 años después de los sucesos narrados en la anterior, cuando el hijo de Andre Delambre, el científico que había descubierto el secreto de la teletransportación repite el experimento de su padre, algo que nuevamente desembocará en fatídicos resultados.
En 1965 vería la luz una tercera parte, y ¿qué queréis que os diga, amigos?, sin lugar a dudas se trata de la más floja de toda la saga. Así, The curse of the fly (La maldición de la mosca en castellano) narra las peripecias del... ¡nieto! de la dinastía Delambre (y es que parece que esta gente hubiera encontrado en la vocación de ejercer de mad doctor algo así como un próspero negocio familiar que pasaba de padres a hijos). Dirigida por Don Sharp, fue protagonizada por Brian Donlevy, George Baker, Carole Gray y Mary Manson. Como digo, un subproducto de lo más olvidable, pura carne de autocine veraniego.
Las secuelas de La mosca resultaron ser a cada cual más floja. Si bien la segunda aún goza de cierto grado de interés (poco), el hecho de que la tercera sea una caca debe ser su única relación con estos alados insectos.
No sería hasta 1986, cuando la incansable 20th Century Fox (bajo la producción de Mel Brooks) volviese a la carga con un enésimo intento de reflotar a la mosca de los huevos de oro. Así, ese año se estrenó al fin el largamente rumoreado remake.
No, yo no soy la mosca de los huevos de oro, así que mejor mírame a los ojos, bribón.
Dirigida por David Cronenberg, y protagonizada por Jeff Goldblum, Geena Davis, John Getz, Joy Boushel y Les Carlson, el argumento del film comparte muchos de los elementos básicos de la trama de la original, aunque también cuenta con algunos cambios significativos. Así, aquí también encontramos la historia de un científico que se utiliza a sí mismo como cobaya en la realización de un complejo experimento de teletransportación. En esta ocasión la prueba también resulta (aparentemente) un éxito, pero como en la otra, al poco empieza a sufrir unos extraños cambios en su cuerpo. Al mismo tiempo, descubre que dentro de la cápsula donde realizó el experimento con él se introdujo una mosca...
Una de las mayores diferencias del remake respeto a la original, es que en esta ocasión la metamorfosis se presenta de un modo mucho más progresivo (lo cual a mi juicio aumenta bastante la tensión del espectador), y además ya no se centra sólo en cabeza y mano, sino en todo el cuerpo.
También cabe mencionar otra diferencia significativa entre ambas versiones, y es que aquí el protagonista ya no se llama Andre Delambre, (como en el cuento del escritor francés George Langelaan, del que beben ambas películas) sino Seth Brundle. Hay que pensar que ya fue sumamente extraño que la 20th Century Fox no hubiese americanizado la nacionalidad francesa de los protagonistas en 1958. En modo alguno iban a repetir tamaña osadía más de un cuarto de siglo después (que ya sabemos todos cuanto les gusta ser el ombligo del mundo).
Pero volviendo a lo nuestro: el caso es que la película fue un gran éxito tanto de crítica como de taquilla. Era obvio que se trataba de un gran film de terror y ciencia ficción, que incluso ganaría, entre otros premios, un Oscar al mejor maquillaje. Una vez más no es de extrañar, por tanto, que la maquinaria hollywoodiense se pusiese en marcha, como ya hiciera en el pasado tras el éxito de la original, para darle una secuela a este remake. Y una vez más tiró por el camino fácil, que es el camino de la baratija (lo que da que pensar que en 30 años nuestros amigos no aprendieron nada).
Así, en 1989 (tres años después de la de Cronenberg) llega a los cines The Fly II (llamada en castellano La mosca 2) dirigida por el debutante Chris Walas (que en la anterior se había encargado con gran acierto del maquillaje de Goldblum por lo que recibió el Oscar anteriormente mencionado).
La película fue protagonizada por Eric Stoltz, Daphne Zuniga, Lee Richardson, John Getz, Frank Turner, Anne Marie Lee y Gary Chalk.
La trama comienza con el nacimiento de la empresa del científico Seth Brundle (interpretado por Jeff Goldblum en la primera película), la mujer (que en la película de 1986 fue interpretada por Geena Davis), muere dando a luz a una larva de una mosca en la que, sin embargo, hay un niño físicamente normal. Aunque no se nota en su nacimiento, el niño está sufriendo del síndrome de Brundle, crece rápidamente, tanto física como intelectualmente. A los 5 años tiene ya la apariencia de un hombre de 25.
Martin Brundle, sigue los experimentos de su padre y perfecciona los telépodos de teletransportación. Sin embargo él tiene fusionados los ADN de un hombre y de una mosca en el suyo por lo que su rápido crecimiento como humano es solo el desarrollo larvario de una nueva especie hombre-mosca nunca antes visto.
Si bien es evidente que la película no tiene ni mucho menos la fuerza y profundidad de su antecesora, retoma parte del argumento de aquella para ofrecernos hora y media de terror relativamente aceptable. Ni obra maestra ni bodrio infumable. Simplemente entretenida.
Actualmente, os diré que ya lleva un tiempo rumoreándose que David Cronenberg quiere llevar a cabo un nuevo remake de su remake, que -según se dice- presuntamente llegaría a los cines en 2016. Seguiremos informando...