Muy pocas veces seis contrabajos, ocho chelos, cuatro trombones y una tuba han arrancado tantas emociones al público. Especialmente si hablamos de cine. Pero la música que el compositor John Williams creó para el filme Jaws (Tiburón) sigue siendo, 37 años después, un hito en la historia del séptimo arte. Probablemente dicha música fue tan responsable del terror que sufrió el público el verano de 1975 como las imágenes de Steven Spielberg. Su increíble intensidad y su potencia visceral ayudó a que la película se convirtiera en un fenómeno mundial; Spielberg la llegó a comparar -y a mi parecer muy acertadamente- a la inquietante música que Bernard Herrmann compuso en 1960 para la magistral Psicosis.
La trama, basada un tanto libremente en la novela homónima del escritor Peter Bencheley (que también tendría un pequeño papel en la cinta) es la siguiente: en las aguas de la costa cercana a una pequeña población turística del Este de Estados Unidos, un enorme tiburón blanco ataca a varias personas. Temiendo las fatales consecuencias que esto puede provocar en el negocio turístico, el alcalde se niega a cerrar las playas y a difundir la noticia. Pero un nuevo ataque del tiburón, en la propia playa, termina con la vida de otro bañista. El terror se ha hecho público, así que un veterano cazador de tiburones, un científico y el jefe de la policía local se unen para dar caza al escualo.
Tiburón contó con las inolvidables interpretaciones de Roy Scheider, Robert Shaw, Richard Dreyfuss, Lorraine Gary, Murray Hamilton, Carl Gottlieb y Jeffrey C. Kramer.
El rodaje comenzó el 2 de mayo de 1974 en la isla Martha´s Vineyard, Massachusetts, ya que se necesitaba una zona de vacaciones de clase media baja para que pareciera que los ataques del tiburón podrían destruir su negocio turístico. Martha's Vineyard también fue elegida porque el océano circundante tiene un fondo marino arenoso que no llega más allá de los once metros de profundidad hasta 19 km de la costa, lo que ayudó a operar más fácilmente el tiburón mecánico movido por hélice. Puesto que Spielberg quería rodar escenas submarinas con planos muy cortos para imitar lo que la gente ve mientras nada en el mar, el director de fotografía Bill Butler tuvo que idear nuevos equipos que permitieran la filmación en el mar y bajo el agua, entre ellos una plataforma de perforación para mantener la cámara estable y ajena a las mareas y una caja estanca sumergible.
Spielberg pidió al departamento de arte evitar el color rojo tanto en los escenarios como en la indumentaria de los personajes, de modo que la sangre de los ataques del escualo fuera el único elemento rojo en pantalla y así causara un mayor impacto.
Para la película se construyeron tres tiburones a tamaño real con accionamiento neumático, un "tiburón trineo" sin vientre que era arrastrado por una línea de 100 m y dos tiburones sobre plataforma, uno que se movía de izquierda a derecha de la cámara (en su lado invisible tenía a la vista numerosas mangueras neumáticas) y otro exactamente igual pero a la inversa. Los tiburones fueron diseñados por el director de arte Joe Alves a finales de 1973 y construidos entre noviembre de ese año y abril de 1974 en Rolly Harper's Motion Picture & Equipment Rental en Sun Valley, California. Su creación implicó un equipo de unos cuarenta técnicos de efectos supervisados por el renombrado especialista en efectos mecánicos Bob Mattey, conocido por ser el creador del calamar gigante que aparece en la película de 1954 20.000 leagues under the sea (veinte mil leguas de viaje submarino). El modelo del tiburón necesitaba catorce personas para accionar todas sus partes móviles. Meses después que los tres originales, se construyó un cuarto tiburón que acabaría expuesto en la entrada del Parque Temático de los Universal Studios, donde permaneció hasta que fue retirado en 1990. Fue recuperado en una chatarrería de Sun Valley en junio de 2010 y Alves y Arbogast confirmaron la autenticidad del modelo.
Con un presupuesto de apenas 7 millones de dólares recaudo un total de algo más de 470 millones en todo el mundo, lo que hizo que Universal no tardara demasiado en plantearse convertir el producto en una franquicia.
Tiburón generó tres secuelas directas (sin contar las numerosas "imitaciones" que se hicieron -entre las que quizás sólo se salvaría la medianamente interesante Piraña de Joe Dante-). Así, pulpos, orcas, cocodrilos (o directamente más tiburones) de proporciones gigantescas se merendaban bañistas o a cuanto incauto se cruzase en su camino. Pero ninguna de las diversas precedentes, ya fueran oficiales o no, pudo repetir ni de lejos el enorme éxito de la original —ni siquiera la suma de todas sus ganancias se aproximaría a lo que recaudó la primera. Examinemos ahora las consideradas como continuaciones "oficiales":
Tiburón 2 acabó siendo dirigida por Jeannot Szwarc y los actores Scheider, Gary, Hamilton y Jeffrey Kramer repitieron en sus personajes. Situada cronológicamente un año después, la isla Amity volvía a estar amenazada por un gigantesco tiburón antropófago. Esta primera secuela, aún sin llegar al nivel de la original, está considerada generalmente como la mejor de todas las continuaciones.
Tiburón 3 se estrenó en 1983 bajo dirección de Joe Alves, quien había trabajado como director de arte y diseñador de producción, respectivamente, en las dos anteriores. Protagonizada por Dennis Quaid y Louis Gosset Jr. esta película se estrenó en pantalla grande en 3D (algo absolutamente novedoso entonces), aunque este formato no se transfirió en sus ediciones domésticas. Protagonizada por los hijos de Brody, se situaba cronológicamente varios años después de los sucesos ya narrados. En este caso la acción se llevaba a cabo en un parque acuático que tiene entre sus diversas atracciones un acuario con varios peces.
Tiburón, la venganza se rodó en 1987 y fue protagonizada por Michael Caine y Lorraine Gary, ya en el papel de viuda de Brody. Dirigida por Joseph Sargent, esta película es considerada una de las peores secuelas jamás filmadas. Aquí, un nuevo tiburón comienza a sembrar el pánico mientras va acabando con la familia del difunto jefe Brody. Un desvarío sin pies ni cabeza que tuvo una recaudación en taquilla muy pobre y que supuso el final de la saga.
Aunque estas tres secuelas recaudaron sumas de dinero bastante satisfactorias, la crítica y los espectadores no estuvieron, en general, satisfechos con su calidad.
Y ya para finalizar este pequeño repaso de tan mítica saga, os dejo con la imprescindible banda sonora del maestro Williams: