No hay escenario más complicado que la mente humana. Y dentro de esta, no hay parte más inaccesible que los sueños, el subconsciente, allí donde residen sentimientos básicos e ideas. Sólo una obra maestra de la ciencia ficción (en la que he vuelto a creer tras ver esta película, tras mi desencanto con las últimas), podía adentrarse como hace en un espectáculo tan soberbio y alucinante.
Inception (me parece mala la traducción que han hecho al castellano) es un enorme juego de muñecas rusas talladas con asombrosa precisión. No hay fallo posible, el mínimo error podría tener consecuencias catastróficas para todo el engranaje, cualquier fallo haría venirse abajo la estructura. Un mecanismo perfectamente engranado que hace que todos los niveles narrativos presentes en la película se superpongan con increíble precisión; no hay nada al azar, está controlado cada mínimo detalle de la trama, incluso los más superfluos. Todo ello consigue, por fin en un año mediocre para el cine, que tengamos una película consistente, robusta, sin flancos débiles.
Me gustaría explayarme mucho más pero me repetiría hasta la saciedad con loas hacia ella y hacia una extraordinaria banda sonora que mantiene el ritmo narrativo en todo lo alto durante todo el metraje. Por ponerla un pero, Nolan peca de una excesiva explicación de los mecanismos de la mente a través de las palabras de los protagonistas.