A un click nuestra reseña, con los [SPOILERS] argumentales bien señalados por si aún no la habéis visto (¿a qué esperáis?).
En toda secuela se parte con mucho ya ganado de inicio, desde el momento en que el público está familiarizado de antemano con los personajes y la historia, y se puede aprovechar gran parte del esfuerzo de producción de la anterior película. Por contra, se pierde el factor sorpresa, y la única manera de mantener el interés del espectador es subir el listón, pero se ha de mantener al mismo tiempo el espíritu de la original. En otras palabras, más y mejor.
Al contrario que en la primera película, la preproducción no se concentró tanto en el diseño y desarrollo técnico como en reforzar la historia, porque esta vez no iba a bastar con repetir el esquema canónico de las historias de origen. El libreto lo firma un sorprendente Justin Theroux, en una maniobra paralela a la llegada en su momento del propio Favreau, pues contaba con muy poca experiencia como guionista y era más conocido como actor. De hecho, sólo había escrito “Tropic Thunder”, en la que ya coincidió con Robert Downey Jr., que fue quien apostó personalmente por su fichaje para escribir “Iron Man 2”, desarrollando un argumento previamente planteado por él mismo y Favreau. Es de destacar que los tres principales impulsores del proyecto sean actores, pues ha favorecido que la enorme química que ya se respiraba entre los personajes de la primera entrega se ha contagiado con naturalidad a los nuevos fichajes, junto a una dinámica de rodaje que concedía gran importancia a la improvisación de los intérpretes y un reparto de altura, aunque se eche en falta por momentos la chispa de los diálogos de la primera parte.
Muchos temíamos que la inclusión de tantos nuevos personajes, hasta doblar el reparto original, pudiera sobrecargar la trama, con los referentes de las últimas entregas de las franquicias arácnida y mutante en mente. Sin embargo, cada nueva incorporación viene a completar a los personajes preexistentes, profundizando en las facetas de éstos que fueron ignoradas o apenas apuntadas en la película original, tensionando las respectivas relaciones de Tony con Rhodey en el caso de Justin Hammer, con Pepper en el de “Natalie Rushman”, y con su propio alter ego en el de Ivan Vanko. Aún así, su integración resulta en ocasiones algo forzada, pues Theroux no alcanza a articular con naturalidad los frutos de la trama central, la evolución de Stark, con las semillas de la futura franquicia vengadora, el peaje a pagar para erigir un universo fílmico compartido.
Pese a contar con unos excelentes efectos especiales, uno de los puntos más criticados de la primera parte fue que le faltaba algo de acción. Liberado del espacio que aquella dedicaba a desarrollar el origen de Iron Man y con muchos más medios a su disposición, el guión se asegura de arrancar con una gran set piece de pura adrenalina, [SPOILER: el ataque de Ivan Vanko] en el Gran Premio de Fórmula-1 de Mónaco (todo lo anterior se limita a presentar el nuevo escenario). Theroux se apunta un gran tanto al servirse argumentalmente del escenario, aparte de para presentar al villano, para seguir perfilando la figura de Tony Stark, su ascenso internacional, y su propio ego como principal punto débil. Pero sobre todo, es en esta escena cuando el espectador percibe por primera vez el incremento del nivel de producción, gracias al esfuerzo combinado de todos los apartados técnicos, en su mayoría provenientes de la primera película. Llevaron hasta el extremo la mezcla de pirotecnia digital y efectos físicos, hasta hacer creíble que los actores están realmente inmersos en la acción, cuando ni siquiera pusieron un pie en Mónaco. El diseñador de producción John Michael Riva reprodujo en el estudio una sección del circuito urbano de 500 metros rodeado de una pantalla verde en que superponer los fondos reales, donde el responsable de efectos especiales Dan Sudick pudo instalar sistemas para catapultar y hacer explotar realmente los coches.
En la primera película ya se había implementado la técnica necesaria para plasmar las armaduras en pantalla, combinando la animación de la Industrial Light & Magic con las armaduras físicas de Stan Winston Studios. Fueron realizadas más concretamente por Shane Maham, quien ha asumido el legado de Winston tras su muerte, a través de su nuevo estudio Legacy Effects.
Comparativa armadura digital
Cuando Favreau volvió a recurrir a él, Maham apostó por llevar un paso más allá la integración de lo digital y lo real; el acabado de las armaduras ya era perfecto en “Iron Man”, pero llevarlas puestas había estorbado sensiblemente la interpretación de sus portadores, por lo que en el rodaje de la secuela sólo se ha mantenido el torso, casco y guantes de los nuevos trajes, reemplazando sus miembros por un mono de captura del movimiento, para ser restituidos después infográficamente. No sólo consigue integrarlos con asombrosa sensación de verosimilitud, sino transmitir además la propia interpretación del intérprete bajo la armadura.
Gran parte del mérito de esta conexión es en todo caso de los espectaculares efectos de sonido, y la eficaz banda sonora de John Debney, colaborador habitual de Favreau. Mejora sobradamente respecto a su predecesor, con un score repleto de canciones de AC/DC que crean un clímax acorde con una trama más adulta, aunque sin perder el tono gamberro e insolente que caracteriza a Stark, ejemplificado en la irreverencia del gag musical que acompaña al dramático enfrentamiento con Máquina de Guerra.
SIGUE LEYENDO SÓLO SI YA LA HAS VISTO O NO TE IMPORTA QUE TE LA REVENTEMOS…Este escenario se desestabiliza cuando un desconocido ataca a Tony Stark en plena carrera de Mónaco, llevando puesto un rudimentario exoesqueleto provisto de látigos energéticos, similar al que utiliza Whiplash en los comics. Tony consigue reducirlo, sólo para descubrir que su fuente de energía resulta ser un ingenio homólogo al reactor que alimenta su propia armadura. Como vimos en la primera película, Tony adaptó el gigantesco prototipo de Reactor ARK que su padre había presentado en la antigua Stark Expo del 64, una tecnología que había sido considerada sin embargo obsoleta hasta que él logró miniaturizarla durante su cautiverio en Afganistán. Nadie había sido capaz de reproducirlo desde entonces (Obadiah Stane tuvo que robárselo para hacer funcionar su Iron Monger), lo que justificaba su negativa a compartir su tecnología con el ejército, hasta que su misterioso atacante se planta delante de él para “hacer sangrar a Dios”. La mera existencia de otro reactor miniaturizado representa la mayor derrota posible para Tony Stark.
Más allá del aspecto de su exoesqueleto, el “latigazo” de los cómics, Mark Scarlotti, un diseñador de armas de Industrias Stark que acabó trabajando para la mafia, no tiene nada que ver con el Ivan Vanko que ataca a Tony. De hecho la tecnología de su traje no estaba relacionada con la de Iron Man, pero Theroux explota aquí el mismo temor que Matt Fraction utilizó en “Las 5 pesadillas”, a que Tony pierda el control de su propio invento. Homólogamente al Ezequiel Stane del cómic, Ivan accede al ARK por ser hijo del que fuera su co-creador junto a Howard Stark, Anton Vanko. En lo cómics, Anton era el piloto de una imitación soviética de Iron Man durante la Guerra Fría, conocida como la Dínamo Carmesí, pero en la película aparece como un científico huído de la Unión Soviética, a la que más tarde volvería deportado por una denuncia de su socio Howard Stark. Ivan Vanko viene a ser mezcla de ambos personajes.
Mickey Rourke aborda el papel sin matices, moviéndose entre extremos absolutos, de bestia parda a riguroso científico, exagerando un personaje sin duda ya errático desde el guión. Sin embargo, su desconcertante físico, desfigurado hasta hacer casi irreconocible al sex symbol de los 80, casi logra hacerlo coherente, o al menos morbosamente disfrutable, en la línea de los excéntricos roles en que está basando su vuelta al estrellato en plena madurez, confirmada por su reciente nominación al Oscar por “El boxeador”.
Comparativa Hammer
Ivan Vanko no es el único villano de la función. Si su latigazo-Dinamo viene a encarnar el reverso oscuro de Iron Man, también Tony tiene el suyo propio, en la persona de Justin Hammer, quien ocupó su hueco como principal concesionario del ejército americano cuando Industrias Stark dejó el sector armamentístico. Sam Rockwell, que estuvo a punto de encarnar a Tony Stark en el casting de la primera película y ya trabajó con Favreau en “Made”, su debut como director, resulta excesivamente histriónico, buscando un registro caricaturescamente snob como alivio cómico, aunque encarna al perfecto reflejo de todo en lo que Tony teme convertirse. El Justin Hammer original era en cambio un anciano calculador y rencoroso, pero posiblemente le hayan rejuvenecido para alejarlo del Obadiah Stane de la primera parte. En realidad, antes de que le transformara su experiencia en Afganistán, Hammer podría haber sido amigo de Tony. Aunque amoral, no tendría porque ser un villano si Iron Man no hubiera desequilibrado el sistema al “privatizar la paz”. La exhibición de Vanko en Mónaco representa para Hammer una oportunidad de crear su propio Hombre de Hierro. No duda en facilitar su fuga de prisión, simulando de paso su muerte, a cambio de que trabaje clandestinamente para él. Vanko le convence de prescindir del piloto y construir droides en lugar de armaduras, y ya tenemos a los mandroides (Hammerdrones) listos para la batalla final.
A nivel actoral la película se resume en un solo nombre: Robert Downey Jr. hace absolutamente suyo a Tony Stark, probablemente para siempre, y aunque su antiheroicidad ya no sorprenda tanto como hace dos años, sigue sosteniendo él sólo toda la película. Aunque lo haga insultantemente fácil, dando la sensación de que se limita a interpretarse a sí mismo, incluso si así lo fuera, no está al alcance de cualquier actor hacer siquiera soportable a un personaje narcisista y autodestructivo sin perder su carisma.
Comparativa Viuda Negra
Alcanzada la mitad del metraje, mientras Hammer y Vanko preparan su venganza y el deterioro de Tony llega a su punto más bajo, se va abriendo una segunda trama, que cristaliza a partir de la aparición de la aparición de Nick Furia (Samuel L. Jackson) y la poco efectiva revelación de “Natalie Rushman” como la doble agente Natasha Rommanova, a la que por cierto nunca se refieren como Viuda Negra. Y aquí empiezan los problemas; con Johansson se ha pretendido poco más que completar el perfil algo casto que Paltrow dio a “Iron Man”, y presentar de paso a un agente de S.H.I.E.L.D. que por fin parezca algo más que un burócrata, pero podría habérsele dotado además de algún contenido, pues al final su escena de acción, más allá de su mero lucimiento, tan sólo sirve para que también ella monitorice la batalla final, haciendo redundantes las aportaciones de Pepper y Hammer. Theroux sí intenta al menos vincular a Furia con la historia que viene contando, a través de su supuesta relación con el enfrentamiento pasado entre Antón Vanko y Howard Stark, y de aquel con la creación de S.H.I.E.L.D. –sin que a Tony parezca extrañarle que Furia insinúe así su larga vida-, abriendo paso no sólo a la futura franquicia vengadora, sino tal vez también a su propia precuela; pero el guión juega a ocultar más información de la que da, ocultando una nueva pregunta tras cada revelación. Añádase que seguramente gran parte del público no se quedó a ver el final de los créditos de la primera película, y el divorcio entre ambas líneas argumentales acaba siendo inevitable: mientras que el espectador iniciado en el Universo Marvel disfrutará por igual de las dos, el público masivo posiblemente desee a estas alturas que la historia se cierre, lo que ralentiza el ritmo del tramo central de la película.
El género superheroico tiende a ajusticiar sistemáticamente a los villanos, acaso una moraleja heredada del Western. Esto menoscaba sin embargo su propia estructura, típicamente basada en franquicias cinematográficas, ya que limita el desarrollo de personajes muchas veces más ricos que los mismos protagonistas a sus respectivas entregas, y mecaniza las sagas superheroicas a la mera sucesión de enemigos capitulares. Por eso sorprende positivamente que al menos sobreviva Hammer, pese a ser más amoral que Vanko. Tal vez Rockwell no haya construido un villano memorable, pero es posible que su personaje conecte la saga de Iron Man a un nivel más sutil. No en vano, es él quien luce en su mano izquierda el anillo que, como vimos en el anterior post, podría señalar al Mandarín como gran villano en las sombras. Eso sí, de confirmarse esta posibilidad se lo estarían jugando todo a una sola carta, y podrían arruinar toda la saga de no presentar un personaje antológico.
Por mucho que nos duela a los aficionados, la película como tal ganaría con más Iron Man y menos Vengadores, lo que supone un mal augurio para el resto de películas de la franquicia. Una sensación a la que estamos acostumbrados los lectores de la actual Marvel, sin dejar por ello de reconocer los alicientes de la interconectividad y la continuidad, como mínimo, que dificultará futuros reboots. Pero asumámoslo, somos antes lectores que espectadores, y aunque pueda dispersar el tono de la película, disfrutamos sólo con que salga un logo de S.H.I.E.L.D. Así que, dejando de lado la crítica estrictamente cinematográfica, tenemos que agradecer dichos guiños. Porque el chiste del escudo del Capitán América iba dedicado directamente a los que nos hemos pasado dos años discutiendo un fotograma de la primera película en foros de Internet. Mordemos gustosos el cebo de la carpeta clasificada de la “Iniciativa Vengadores”, y nos encantaría que la FOX permitiera que las cicatrices del parche de Furia pudiera haberlas hecho Lobezno. Somos de los que nos quedamos a ver si había escena de epílogo, y después de casi dos horas de explosiones, espionaje, glamour, conspiraciones, romance y acción, lo que más nos ha emocionado de la película es que encuentren un martillo en el fondo de un cráter.