Pero no se puede enterrar un icono tan universalmente reconocible para varias generaciones. La película pasó de fan en fan aún sin ningún tipo de licencia, primero como un VHS pirata en convenciones de cómics y mercadillos, y actualmente en Internet, llegando a ser en parte nuestra, porque somos los lectores quienes la hemos mantenido viva. Y sólo por eso se merece este Cineclub.
Roger Corman
Aunque el sinsentido de esta no-película haya acabado asociado para siempre al que fuera su productor, el mítico Roger Corman, en realidad tanta o más culpa tuvo el propietario de sus derechos cinematográficos, el menos famoso pero mucho más respetado Bernd Eichinger. Las carreras de ambos cineastas no podrían ser más contrapuestas: a Corman se deben cincuenta películas como director y hasta trescientas como productor, rentabilísimas aunque de paupérrima factura (por ejemplo, rodó en 1960 “La tienda de los horrores” en tan sólo 2 noches y un día), que le valieron el título de “Rey de la serie-B” y un Óscar honorífico en 2009; en cambio, Eichinger es uno de los más reputados productores y guionistas europeos de las tres últimas décadas y el principal impulsor del actual auge de la cinematografía alemana, aunque en su filmografía también existan obras no tan estimables, como la saga de “Resident Evil”. Eichinger y Corman sólo comparten dos rasgos: haber impulsado las canteras cinematográficas europea y americana de las décadas de los 70 y los 80 a través de Constantin Films y New World Pictures respectivamente, y que ambos renieguen de su adaptación de Los 4 Fantásticos.
Bernd Eichinger
Constantin Films se hizo con los derechos cinematográficos de Los 4 Fantásticos a principios de los 90, en plena segunda ola del cine de superhéroes, a la sombra del “Batman” de Burton –la primera vino de la mano del “Superman” de Donner y actualmente disfrutamos de la tercera-. Más allá del murciélago, el género se venía alimentando bien de nuevas y modestas creaciones como el “Darkman” de Sam Raimi, bien de adaptaciones de comics relativamente desconocidos como “El Cuervo” o “La máscara”, lo que hacía más clamorosa la ausencia de Marvel. Eran constantes los rumores de supuestos grandes proyectos de personajes de la casa de las Ideas, como el “Spiderman” de James Cameron o el “Doctor Extraño” de Francis Ford Coppola, pero la realidad era que tras el descalabro de “Howard, un nuevo Héroe”, tan sólo “Capitán América” y “El Vengador” habían logrado alcanzar al menos las estanterías de los videoclubes, y su factura estaba más próxima a las antiguas series setenteras que a su verdadera fecha de producción. El problema de fondo era que mientras DC contaba con el respaldo de la Warner, Marvel aún carecía a principios de los 90 de la infraestructura necesaria para saltar a la competitiva arena audiovisual, pese al enorme potencial mercadotécnico de su catálogo de personajes.
Eichinger le ofreció un presupuesto de 2 millones de dólares, algo irrisorio para una producción de este tipo, baste considerar que representa 50 veces menos de los que costó la versión de 2005. Y Corman, fiel a su leyenda, se las apañó para arañar aún 200.000 dólares para sí en concepto de plusvalía, consciente de la futura ausencia de ingresos. Lo malo es que, para abaratar los costes de producción, dejaron creer al resto del equipo que la intención era distribuir la película cinematográficamente, o en su defecto, que sirviera como episodio piloto para una futura serie de televisión, convenciéndoles así de rebajar sus salarios.
Susan Storm
El reparto principal era en su mayoría proveniente de la televisión o de la serie-B, si bien Alex Hyde-White (Reed Richards) ya había sido visto en “Pretty Woman” e “Ishtar”, mientras que Jay Underwood (Johnny Storm) apareció después en “Camino a la Perdición”. No obstante, la Antorcha de este último resulta quizá el papel menos acertado del cuarteto, pretendiendo ser tan impulsivo que cae en la sobreactuación, y carece por completo del carisma del original. Por el contrario, Reed y Sue (Rebecca Staab) se quedan cortos, muy lejos del frío y racional Mr. Fantástico y de la decidida Mujer Invisible, que había superado hace casi dos décadas su rol original de damisela en apuros. Su interpretación es plana, blanda y edulcorada, aunque hay que reconocer que tampoco les ayuda una caracterización ya entonces desfasada y decididamente casposa, destaquemos las obviamente teñidas sienes canosas de él, o la compostura de ama de casa de ella, que no duda en coserles espontáneamente los trajes a sus compañeros (que se acoplan convenientemente a sus poderes pese a no estar compuestos de moléculas inestables). Michael Bailey Smith y el especialista Carl Clarfalio sí consiguen en cambio que reconozcamos en su doble interpretación a Ben Grimm y La Cosa en sus formas humana y rocosa respectivamente, transmitiendo su nobleza y fidelidad, así como el trauma producido por su transformación. Como era predecible, el villano principal es el Doctor Muerte, encarnado por el también televisivo Joseph Culp (“Urgencias”, “Star Trek”), mientras que el resto del reparto era aficionado.
Traje de La Cosa
Oley Sassone
El gran olvidado es su director Oley Sassone, totalmente anulado bajo la sombra de Corman. Más que acostumbrado a las trincheras de las Serie B, su película más famosa es la adaptación de “Mortal Kombat”, aunque ha dirigido desde capítulos de “Xena, la princesa guerrera” a telefilmes del Canal Playboy, y firmado más de un centenar de videoclips, de modo que estaba más que acostumbrado a rodar con limitaciones presupuestarias. Porque hace falta mucho arrojo para enfrentarse en estas condiciones a una cinta superheroica, la primera además protagonizada por un supergrupo. Esto es la Serie-B de la Serie-B. El espectador debe concienciarse del tipo de película al que se enfrenta, pero si lo hace con la distancia y condescendencia adecuadas, disfrutará, en glorioso VHS, de un Mr. Fantástico que sólo estira sus extremidades y sólo en línea recta, sujetando obviamente un palo telescópico coronado por una mano de pega; de una Antorcha Humana que durante la mayor parte del metraje también se limita a encender tan sólo sus manos, y cuando exclama por fin “llamas a mí”, el plano cambia a una animación más cercana a “Tron” que a su contemporánea “Parque Jurásico”, y que es capaz de arder en el espacio sin necesidad de oxígeno; de una Chica Invisible que sólo usa un escudo de fuerza en toda la película, y que plasma su invisibilidad no apareciendo o recurriendo a un croma casero; y de un Doctor Muerte histriónicamente gesticulante hasta lo risible para intentar compensar la falta de expresividad de la armadura, ominoso a base de mantenerlo forzadamente en sombras, con la capa de un verde ridículo fuera de las viñetas y sus articulaciones de goma (fijaos en el cuello), dictador de una Latveria reducida a una decena de sicarios. Enamoramientos repentinos no aptos para diabéticos y absolutamente increíbles, práctica ausencia de exteriores, decorados de cartón piedra, un accidente espacial fuera de secuencia, y nuestros favoritos: un plano subjetivo de la invidente Alicia Masters, por no mencionar la mano de Reed saliendo del coche nupcial como cierre de la película, que haría palidecer al mismísimo Jim Henson. Puede hacerse peor (aunque parezca imposible), pero eso sí, la diversión está asegurada.
Sigue viajando…
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