Y de que va? Walter Black (Mel Gibson, bastante bien) sufre de depresión por lo que solo se la lleva tirado en la cama sin poder atender su vida profesional, social y familiar, por lo que su mujer Meredith (Jodie Foster) lo corre de la casa, lo cual aplaude su hijo Porter (Anton Yelchin) quien lucha por no parecerse a su padre aun a costa de castigo físico aunque ya se parezca mucho sin siquiera imaginarselo, mientras que a su otro hijo Henry (Riley Thomas Stewart) no parece resentirlo quizá por la lejanía que ya existía. Después de esto Walter intenta suicidarse sin éxito y finalmente se decide a hablar por medio de una marioneta castor y con ello regresa a su casa, a su empleo y todo le sale a pedir de boca, claro que todos lo ven como a un loco, Walter apenas si habla, el muñeco hace todo y cuando Walter no esta con este regresa a ser el de antes, a pesar de los avances la familia no puede aceptar al castor como parte de la familia y lo que es peor es que Walter descubre que este tiene conciencia propia, una personalidad propia que sale a través del muñeco.
Por otro lado la película nos pide que aceptemos cosas que resultan demasiado inverosímiles, no solo el hecho de aceptar que una persona que habla por una marioneta castor resulta tan poco extravagante sino que también la forma de salvar la compañía resulta poco creíble y podría seguir un rato pero no es un problema grave, de hecho de debe aceptar todo para entender la película como una fabula, el problema principal es que la historia del hijo robe demasiado tiempo y que meta personajes totalmente intrascendentes como la novia porrista con pasado traumático (Jennifer Lawrence desperdiciada) o la vicepresidenta de la compañía, y además el final resulta demasiado convencional pero bueno por lo menos toca temas muy interesantes como el desdoble de personalidad, la depresión hereditaria y los traumas transmitidos de padres a hijos de generación en generación.
Calificación: Interesante