(1). E la nave va. Nuestro disco duro, eso que antes se conocía como alma, está lleno de pistas por las que nos deslizamos a la vez que nos permiten seguir el camino de vuelta a casa. Las que llegaron a nuestro interior a través del cine son muchas, tan inolvidables como a veces imprecisas. Gracias a los poderosos artilugios de memoria externa con que hoy contamos, es muy fácil recordarlas, localizarlas y revivirlas compartiéndolas. Nunca será lo mismo, pero tal vez sea nuevo. ¿Qué tal si comenzamos con un concierto a bordo? E la nave va...
(2). El pantano de las ánimas. Para empezar por el principio (o casi) en esta sección recién iniciada en FB, no tengo más remedio —ni niego que sea un placer algo ensimismado— compartir una vieja entrada de mi blog. Algunos vamos siendo ya tan remotos que hasta ciertas estancias de la Red forman parte de nuestra leyenda. Y sí, lo reconozco, con Gastón Santos y a lomos de «Rayo de Plata» empezó todo en mis tratos con el cine. Y, curiosamente, también la primera certeza de que Internet me (nos) podía cambiar la vida. Para entenderlo, leer y ver. Y viceversa.
(3). La muerte de Mikel. No diré que esta interpretación de La Otxoa en La muerte de Mikel es lo que más me ha gustado de la revisión de la película..., 33 años después de su estreno. Pero tampoco lo desmentiré. Me limito a compartirla. ¡¡Aúpa Athletic!!
(4). Rachel's song. El momento más íntimo de Blade Runner, con las notas más románticas de Vangelis. Y el amor como reconocimiento. En octubre se estrenará la segunda parte. Tan esperada como temida.
(5). El viaje a ninguna parte. «¿Quién de ustedes se atreve a decir un párrafo?» Esta frase desencadena una de las secuencias más divertidas, y a su modo también más reveladoras, del cine español. Es, sin duda, el momento culminante del drama de los últimos cómicos que nos cuenta El viaje a ninguna parte: el encontronazo entre dos mundos, la decepción inmisericorde de la realidad. Junto al inspiradísimo trabajo de los actores principales, hay que destacar la presencia de «figurantes con frase» de lujo: Carmelo Gómez, Óscar Ladoire, Tina Sainz, entre otros. Una pequeña gran joya. No por muy conocida, menos Imprescindible.
(6). Deliverance. Uno de los «duelos» de película más inolvidables no tiene lugar entre pistoleros, samuráis o boxeadores, sino entre un banjo y una guitarra. Ocurre en Deliverance, la asfixiante y extraordinaria película (1972) de John Boorman, que dura en nuestra memoria, entre otras cosas, por esta secuencia.
(7). Dreyer. Ordet. La palabra que sana incluso de la muerte. Una escena, más que mítica, sagrada. El hombre, el reloj, la niña, la familia, la muerta (... tal vez sólo en un singular estado cataléptico). Johannes el loco. Y su fe. Y el milagro de la vida. Única. Probablemente, su tiempo aún no haya llegado. Irrepetible. Y sí: es un spoiler brutal, pero ojalá sirva para estimular su conocimiento completo. No hay nada parecido —salvo algún que otro «momento Dreyer» y ciertos remedos aquí o, sobre todo, allá— en la historia del cine.
(9). El Sur. En el cine de Víctor Erice me resulta difícil elegir secuencias favoritas: todo él, incluso sus cortos y mediometrajes (algunos vistos en museos), me parece tocado por la genialidad. Pero, puestos a seleccionar, me quedo con un momento de El Sur: este pasodoble de primera comunión entre padre —qué creíble la tristeza de Omero Antoniutti en su personaje dolido y reticente— e hija —una luminosa Sonsoles Aranguren, en su casi único papel, aunque ha seguido vinculada al cine desde la parte técnica. Una secuencia cuyo rodaje, según ha comentado Antoniutti, duró todo un día. Como estamos en el mes de mayo, tradicional mes de comuniones —de la mía hizo hace bien poco 11 lustros de nada—, la magia, además de en el cine, está en el aire. Y en un recuerdo curioso: los niños de mi generación solíamos hacer la comunión el año que cumplíamos 7, que era cuando, según los cálculos de la épica de la época (aprovecho la errata), nos sobrevenía el «uso de razón». Un supuesto, a todas luces, más que fantasioso, irremediable: era preciso crecer rápido. Del terror que podía esconderse bajo el aparente candor de esa fecha tal vez hable otro día. Incluso con el cine de por medio.
(10). La cinta blanca. Vuelve Michael Haneke a Cannes, y a mi memoria la película de entre las suyas que más impacto me produjo: La cinta blanca. Esta escena es, probablemente, la clave secreta —en sentido hermenéutica pero también "constructivo"— de la dura y lúcida indagación sobre la naturaleza del mal que el cineasta lleva a cabo con gran valentía. Reitero, además, el comentario que escribí en su día en este blog.