Era el primer día del resto de su vida. No sabía si sería mucha, aunque por lógica menos de la hasta ese momento vivida. El mundo se le escurría por entre los dedos de la mano… Pero de nada valía ser pesimista; en definitiva todos vamos a morir algún día; nadie se ha quedado aquí y nadie, también esto es verdad, ha vuelto de allá para decir qué tal le va. No cabe tener miedo. En esto como en todo hay que aplicar el prinicipio generalizador de si unos han podido, yo también podré. Siempre se lo había dicho a sí mismo y a otros. Ahora mismo recordaba cuando su hijo quería sacarse el carnet de conducir y tenía miedo de suspender: “Juan, si otros han podido tú también podrás hacerlo -le decía-. Mira cuanto subnormal hay en el mundo, medítalo brevemente. Y ahora piensa en cuántos de ellos tienen carné, casi todos, ¿verdad?, ¡pues, entonces…!” Quizás, vino a concluir, esto sea la vida: un examen, una vueltecita por el circuito hasta que el Profesor, el Deus, Quién sea, diga eso de “¡Aparque usted aquí. Ya puede bajarse!”