Círculos

Por Joseluisp

En un post anterior hablamos del círculo como la forma más antigua de organización que conoce el ser humano. Una organización en la que las personas se reunían para compartir historias, resolver problemas o tomar decisiones.

Lo fascinante del círculo es su vigencia: después de miles de años de evolución, el círculo es la forma de organización más eficaz cuando nuestro objetivo consiste en reflexionar de manera conjunta. En este sentido es muy interesante el trabajo de Christina Baldwin y Ann Linea. Ambas han recuperado esta milenaria tradición y están difundiendo su utilización en organizaciones públicas y privadas como herramienta para la creación y el desarrollo de comunidades para la reflexión, la acción y la definición de propósitos comunes.

La filosofía del círculo se construye desde la idea de que las personas se reunen en torno a un objetivo o a una intención. El círculo lo convoca un anfitrión que invita a los integrantes a formar parte de él. Durante su celebración el círculo funciona como un espacio de reflexión en el que se puede emplear cualquier recurso que invite a los participantes a enfocarse en el objetivo del círculo y en el centro. Así, a lo largo de las diferentes fases del proceso (bienvenida, presentación de las personas, definición de los objetivos, establecimiento de acuerdos y cierre) los participantes pueden introducir silencios, momentos de reflexión, canciones, poemas, objetos y símbolos que representan la intención o el objetivo hacia los que el círculo enfoca toda su atención.

El círculo no puede funcionar si los participantes no mantienen unos acuerdos previos: el de respetar la confidencialidad de lo que sucede en el círculo, el de escuchar con respeto y curiosidad las diferentes intervenciones, el de pedir cuando alguien necesita algo, o el de ofrecer cuando alguien puede hacerlo. Para dar respuesta a las necesidades del grupo sus miembros nombran a un guardián, el responsable de gestionar los tiempos y la energía del círculo.

El círculo se puede desarrollar como una herramienta para la conversación, para la interacción entre los miembros y para la creación de nuevas ideas. También puede utilizarse para la reflexión en torno a lo que está sucediendo. El círculo permite además la creación de espacios de silencio y la introducción de momentos en que sus miembros necesitan detener el proceso para realinearse con la intención.

Los miembros deben actuar según tres prácticas. La primera es la de hablar con intención, mostrando lo relevante de sus aportaciones. La segunda es la de escuchar con atención desde el respeto a todos los participantes y a sus estilos de aprendizaje. La tercera práctica consiste en el cuidado del bienestar de los miembros, permaneciendo siempre conscientes del impacto que cada contribución tiene sobre ellos.

Posiblemente al leer estas líneas se muestre escéptico respecto a la utilidad del círculo en su organización. El círculo no funciona en contextos organizacionales o en culturas que se resisten a mantener conversaciones en profundidad. Tampoco es de utilidad cuando las personas están interesadas en comprometerse con un objetivo en el plano intelectual pero no están interesados en hacerlo emocional o espiritualmente. Ni por supuesto es útil en aquellas organizaciones donde las personas no se encuentran a gusto con este tipo de rituales.

Sin embargo el círculo es una herramienta muy poderosa cuando trabaja con personas interesadas en comprometerse entre sí. También lo es cuando los miembros del círculo tienen un profundo interés en explorar y dar respuestas a preguntas poderosas, o cuando los participantes están abiertos a aquellos aspectos espirituales asociados a la creación del círculo.

Lo sorprendente del círculo es su capacidad de crear un espacio donde es posible conversar desde el respeto, manteniendo en suspenso nuestras creencias y construyendo nuevos escenarios de futuro.

Notas

Puede conocer más sobre el círculo como herramienta para impulsar procesos organizacionales en el siguiente enlace

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