Cisne negro (2010)

Publicado el 15 mayo 2015 por Revista PrÓtesis @RevistaPROTESIS
Peculiar estudio de la sexualidad femenina

golpe de efecto calculado

En el momento del estreno de Cisne negro (2010), más de un crítico invocó convincentemente la sombra de Repulsión (1965), aquella obra maestra de Roman Polanski con la que la película de Darren Aronofsky comparte no pocos puntos en común: ambas constituyen un estudio, más o menos malsano según el caso, de la sexualidad femenina reprimida, tomando los claros y oscuros de la virginidad como punto de partida para poner en marcha un ejercicio de terror atmosférico en el que la mujer deviene en un doble papel de monstruo y heroína. La cinta de Aronofsky, sin embargo, se distancia progresivamente de la sutil caligrafía de Polanski para incurrir en el trazo grueso y en el golpe de efecto calculado y avieso propio de su director. La historia de Nina, bailarina manipulada por una madre fracasada, obsesionada por derrocar a su rival en la danza, Lily, en el camino hacia el triunfo, constituye en el fondo un monstruo de Frankenstein cuyas piezas se encuentran ensambladas hábilmente: en su corazón late tanto Polanski como Argento (Suspiria), el motivo tradicional gótico del doppelgänger o el thriller psicológico sexual de Joe Eszterhas de los años 90 con Instinto básico (1992) a la cabeza.
grietas que jalonan el mundo real
No obstante, como buen cineasta postmoderno que es, Darren Aronofsky consigue insuflar a su film la suficiente personalidad (o al menos la apariencia de la misma) como para que Cisne negro pueda ser considerado un relato autónomo: así, la relación especular entre Nina y Lily contiene hallazgos visuales de realización más tarde amplificados en las escenas en las que Nina se encuentra a solas: véase esas grietas que jalonan el mundo real, fundiendo/confundiendo este con la psique de Nina, o la secuencia de la discoteca al completo. Es entonces cuando, por debajo de su sofisticación, la película revela su verdadera cara: su condición como genuino y clásico cuento de horror psicológico, en el que la monstruosidad no es tanto una amenaza como un estado. En otras palabras: Cisne negro bien podría acercarse a lo que E.T.A Hoffman hubiese filmado si viviera en el siglo XXI y se dedicase al cine.
Rubén Sánchez Trigos
Tit. Orig: Black Swan. EEUU, 2010. Director: Darren Aronofsky. Guión: John McLaughlin, Mark Heyman y Andres Heinz. Música: Clint Mansell. Fotografía: Matthew Libatique. Intérpretes: Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel, Winona Ryder
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