Cisne negro (Black swan, Darren Aronofsky, 2010. EEUU): fascinante producción de uno de los creadores más interesantes del cine americano actual, que se centró aquí en un mundo poco explorado por el cine, como es el del ballet clásico, componiendo un tremendo psychothriller en el que una joven y extremadamente perfeccionista bailarina (Natalie Portman) lucha para convertirse en el personaje(s) principal(es) de la nueva función de un prestigioso director (Vincent Cassel), nada más y nada menos que una adaptación de la famosa El lago de los cisnes de Piotr Ilich Chaikovski, lo que la desquicia mentalmente, perdiendo la noción de lo que es real y de lo que no. Un trabajo donde la alucinación y la paranoia son elementos clave, insertados de manera admirable, que por momentos recuerda a trazos del Roman Polanski de Repulsión y El quimérico inquilinopero que acaba rallando a gran altura, destacando la personal visión que el director acaba imponiendo de los hechos narrados. Posiblemente sea esta la culminación del talento maestro de Aronofsky, que dirige de manera intensísima. Luego filmaría el también magnífico Noé.
Cisne negro (Black swan, Darren Aronofsky, 2010. EEUU): fascinante producción de uno de los creadores más interesantes del cine americano actual, que se centró aquí en un mundo poco explorado por el cine, como es el del ballet clásico, componiendo un tremendo psychothriller en el que una joven y extremadamente perfeccionista bailarina (Natalie Portman) lucha para convertirse en el personaje(s) principal(es) de la nueva función de un prestigioso director (Vincent Cassel), nada más y nada menos que una adaptación de la famosa El lago de los cisnes de Piotr Ilich Chaikovski, lo que la desquicia mentalmente, perdiendo la noción de lo que es real y de lo que no. Un trabajo donde la alucinación y la paranoia son elementos clave, insertados de manera admirable, que por momentos recuerda a trazos del Roman Polanski de Repulsión y El quimérico inquilinopero que acaba rallando a gran altura, destacando la personal visión que el director acaba imponiendo de los hechos narrados. Posiblemente sea esta la culminación del talento maestro de Aronofsky, que dirige de manera intensísima. Luego filmaría el también magnífico Noé.