Cisne Negro, un relato oscuro que nace de los rincones más sombríos de la mente humana

Publicado el 08 marzo 2011 por Nestor74

El día a día de una bailarina clásica en una importante compañía de danza a todos se nos antoja duro por la dedicación y el esfuerzo necesario asociado al talento natural. Todo ello lo vemos representado en la figura de la frágil Nina Sayers (Natalie Portman), protagonista absoluta del último trabajo del siempre brillante Darren Aronofsky.
Nina vive una existencia completamente atenazada por una madre sobreprotectora y por una dedicación a la danza que la está llevando hacia límites absolutamente enfermizos. Encerrada en una casa en la que parece ser una más de las muñecas que adornan las paredes de su habitación, la joven Nina halla en el ballet clásico su válvula de escape. Pero también allí las cosas son extraordinariamente difíciles para ella. El impulsivo director, Thomas Leroy (Vincent Cassel), quiere reactivar la trayectoria reciente de la compañía de ballet clásico de Nueva York abriendo la temporada con un atrevido y rompedor nuevo montaje del clásico El Lago de los Cisnes. Para ello, fuerza la retirada de la primera bailarina, Beth MacIntyre (Winona Ryder), y busca dar la oportunidad a un nuevo rostro que aporte novedad y frescura a una propuesta que el público conoce pero que nunca habrá visto representada de una forma tan renovada. El punto fundamental de esta nueva concepción del espectáculo reside en el hecho que la protagonista interpretará los dos polos opuestos, el Cisne Blanco y el Negro. Leroy no tiene dudas acerca de que Nina es la mejor opción para el Cisne Blanco pero no confía demasiado en que saque el temperamento necesario para representar la oscuridad y la villanía intrínseca del Cisne Negro. La dualidad del personaje exigirá una catarsis personal.
Sin embargo, decide apostar por ella pensando que en los ensayos conseguirá sacar una faceta apasionada que se oculta bajo un envoltorio de contención deliberada. Lo que sucederá a partir de este momento nos trasladará a los rincones más oscuros y tenebrosos de la mente y veremos como una joven inocente y virtuosa encierra dentro de sí una bestia que lucha denodadamente por salir, por expresarse. Nina sufre porque no es libre, porque se ha visto obligada a fabricarse una identidad que la limita constantemente y no es posible vivir así tanto tiempo sin experimentar secuelas. Progresivamente, las alucinaciones de toda índole se apoderarán de ella a medida que progresa en la preparación de este brillante y exigente papel. Muchos creen que al final verá la luz, pero no existe redención para las almas torturadas.
Siguiendo la carrera de Darren Aronofsky, podemos comprobar que nunca concibe nada fácil ni complaciente. Es una de las grandes fuerzas creativas de la industria del cine actual porque innova y renueva constantemente sus propuestas. En manos de un realizador más convencional, un guión tan modesto como Cisne Negro no habría obtenido ninguna trascendencia. Pero Aronofsky siempre amplía y mejora el material que recibe. Gracias a su excepcional técnica visual, el film te conduce a un mundo de bella estética aunque plagado de grandes egos, traiciones, pasiones, y viles manipulaciones. El entorno perfecto para enmarcar un relato poco clasificable que deambula por los terrenos del horror y el thriller psicológico. La fuerza dramática que Aronofsky siempre insufla a sus proyectos, se vislumbra con muchísima fuerza y el resultado es una película sugerente y brillante técnicamente.
Ahora bien, en ocasiones la voluntad de trascender, de ser tan brillante, puede jugarle una mala pasada al director. En su afán de querer ser tan diferente y demostrar que es un genio de la visualización cinematográfica, Aronofsky está olvidando el que debería ser también su objetivo: llegar cada vez a un público más amplio.
Quizá por ello decidió aceptar la oferta para ponerse al frente de la nueva entrega de Lobezno. En el emblema mutante con esqueleto de adamantium, el director ha visto muchas posibilidades. Se trata de uno de los personajes más complejos e interesantes de la historia de los cómics y ofrece amplias opciones para un realizador brillante. A la vez, le asegura llegar a ese público más amplio que también quiere disfrutar de su talento. Y, por tanto, se le presenta una gran oportunidad para equilibrar su carrera pensando en esa antigua sentencia que ningún director puede olvidar nunca: "Nuestro trabajo consiste, fundamentalmente, en poner culos en asientos..."
Cisne Negro ha generado muchos apoyos pero también importantes disensiones en la crítica especializada. El público no ha tenido una reacción clara manteniendo la consideración de Aronofsky como una especie de outsider que realiza buenas películas pero al que le faltan varios pasos para llegar al nivel de Nolan y Snyder. La clave está en el equilibrio filmográfico que siempre ha caracterizado a Steven Spielberg, capaz de combinar grandes éxitos de taquilla que marcan a a una generación y dejándose espacios para proyectos más personales que ha culminado con gran brillantez. El mío no es un alegato contra el cine más independiente o arriesgado, ni mucho menos. El cine debe ser lo más diverso posible y entiendo que un director de la nueva generación debe poder manejarse con soltura por varios formatos. El futuro de la industria del cine está en las manos de estos jóvenes talentosos y su compromiso con el público debe ser una máxima irrenunciable. Aronofsky es una fuerza de la naturaleza, su forma de rodar es maravillosa, pero le queda un reto por conseguir si quiere trascender: trasladar su enorme talento a proyectos de todo tipo, por el bien del cine.