Probablemente esos jóvenes no habrán leído el relato escalofriante titulado "Cisnes Salvajes" de la autora Jung Chang. Como es sabido, no se trata de una novela de ficción, ni de una maniobra occidental contra el enemigo comunista, sino de la realidad vivida por tres generaciones de chinos, en las personas de Xue Zhi-heng, Den-hong, y Jung Chang, abuela, madre e hija, respectivamente.
La imaginación no podría inventar una opresión más terrible, métodos más eficaces para atemorizar a la población, e atizar la violencia permanente del "todos contra todos", dejando cada pueblo, barrio y casa en manos de la Guardia roja durante la Revolución cultural. Y mientras tanto Mao era venerado como un dios terrenal, o incluso celestial, porque siempre hacía el bien.
Hace mucho tiempo que leí el libro, pero no se va de mi memoria la fuerte impresión que me produjo su lectura. Estremecedor el relato de los pies que permanecieron vendados desde niña, que a los quince años de edad se convirtió en concubina de uno de los numerosos señores de la guerra.