Los hombres más pudientes podían tener a uno o más tonsores propios y requerir sus servicios varias veces al día. En ese sentido podían ser tan sufridos como las ornatrices de las mujeres. Al igual que estas, los hombres precisaban de su ayuda para el aseo nada más levantarse.
La mayoría de la población, sin embargo, tenía que ir a los tonsores situados en la vía pública. Su local, la tonstrina, era una taberna con unos bancos y espejos en el exterior para que los clientes pudiesen esperar y arreglarse el pelo ellos mismos. Los tonsores contaban con ayudantes y según las fuentes podían tener unas tarifas elevadas pues algunos, tras muchos años de trabajo, se podían convertir en terratenientes. Además eran bastante lentos a la hora de desempeñar sus labores y no eran escasas las críticas que recibían por este hecho.
Busto de Adriano, con su característica barba y cabello rizado
Los romanos, más o menos a partir del I a.C. tomaron por costumbre afeitarse a diario y los grandes personajes como Sila o César nunca aparecían en público sin afeitar. Más tarde, con Adriano, se recuperaría la costumbre de no cortarse la barba. Este cambio resultaría favorable a los hombres pues el afeitado era un proceso bastante penoso en el cual no resultaba difícil hacerse cortes ya que no había lociones. El afeitado despertaba pavor y algunos hombres preferían utilizar un ungüento depilatorio para eliminar la barba. De todos modos, para aquellos que seguían en manos del peligroso tonsor había un preparado a base de arañas para detener las hemorragias.La tarea principal del tonsor era la del afeitado pero también hacía de peluquero. Los cortes que realizaba dependían de la moda, que a su vez estaba sujeta a la apariencia y gusto del emperador del momento. En líneas generales, hasta la época de Trajano a los romanos les gustaba llevar el pelo especialmente corto pero con Adriano los rizos se pusieron de moda.
Además del afeitado y el peinado, los tonsores también podían mejorar la imagen de los romanos con tintes, rubor en las mejillas e incluso con una especie de parche, splentia lunata, que se colocaba en el rostro para tapar pequeñas imperfecciones o devolver el brillo perdido a los no tan jóvenes.
'Pasas por joven , Letino, con los cabellos teñidos , tan de súbito cuervo, quien ha poco eras cisne'.
Marcial
Fuentes:-ARROYO, A, La vida cotidiana en la Roma de los césares, Alderabán, Madrid,1999.- CARCOPINO,J, La vida cotidiana en Roma, en el apogeo del imperio, Temas de Hoy, Madrid, 1989.Imagen:wikipedia