CIUDAD ENCANTADA Y RÍO CUERVO

Bordeando el precioso río Júcar, flanqueado de naturaleza verdosa y lozana, sigo el curso sinuoso que se prolonga hasta Cullera. No es mi intención arribar a la costera localidad al este de España, pues mi destino, en esta ocasión, me llevará a descubrir el nacimiento del Rió Cuervo y a imaginar formas singulares en las rocas y macizos de la Ciudad Encantada de Cuenca.


EL DESFILADERO DEL TOBOGÁN
Me sorprende descubrir la frondosidad de la tercera provincia con mayor masa forestal del país. Siete mil kilómetros de serranía, bosques de pinos, boj, sabinas, cedros, me esperan a lo largo del camino.
Mi primera parada será en el espectacular mirador del Ventano del diablo. Es alucinante el color esmeraldino de las hoces del río Júcar, así como misteriosas las oquedades y cuevas que horadan el paisaje.
La Ciudad Encantada, Paraje Natural de Interés Nacional desde 1929, se halla a unos 1500 metros de altitud en la Serranía de Cuenca.
Su origen se remonta al Cretácico (hace unos 90 millones de años) y estaba sumergida bajo el Mar de Thetis, actual Mediterráneo.
Las fotos que añado en este reportaje ayudarán a visualizar mis palabras de una manera más fidedigna.
De camino ya hacia Tragacete es precioso el embalse de la Toba: casi idílico, romántico, bucólico, un ensueño. Continúa en idéntica línea el paisaje en torno a las sierras de Valdemeca y Madera.
El día es espantoso, con una lluvia molesta que no podría calificarse de diluvio pero sí de chaparrón incesante. Mi ascenso hasta el nacimiento del río Cuervo ha sido un periplo aciago y enojoso, paraguas en mano, calado como un besugo, he tenido que atravesar lodazales y senderos impracticables para atisbar a duras penas el lugar donde “amanece” el río Cuervo.