Cuando el debate pierde su esencia y los encargados de llevarlo a cabo olvidan lo que significa, entonces empieza el debate sobre el estado de la nación. En ese ring llamado Congreso, los contrincantes se echan los trastos a la cabeza y se recriminan acciones y dejaciones pasadas, presentes y futuras, todas en el mismo saco. Ni debate ni análisis del estado ni sentido de nación. Deberían cambiarle el nombre a este enroque de posiciones, a este cruce de reproches y dardos desde la trinchera.
Hoy y mañana, el 15-M celebra sin tanta luz ni taquígrafos el verdadero debate sobre el estado de la nación. Y lo hacen en la calle, adonde han ido a parar muchos (desempleados, desahuciados, indigentes…). Hacen falta ideas, y buenas, que huyan del populismo barato que se gastan nuestros políticos oficiales en esta eterna campaña electoral, y estos indignados tienen a borbotones. Pero hacen falta también instrumentos para llevarlas a cabo. Y los hay y podrían ser muy útiles, pero se utilizan poco y mal. Hace tiempo que se perdió el libro de instrucciones y ya nadie se acuerda cómo resetear la máquina.
El escaño 110 propuesto por José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía, va en este sentido, en el del mutuo entendimiento. Se trata de escuchar a los ciudadanos: no sólo es gratis, también es enriquecedor. Y nadie dijo nunca que el camino fuera fácil y rápido.