Citizen Kane (Orson Welles, 1941. EEUU): una película sobre la que no merece la pena escribir nada, pues es una de las más desgranadas de la Historia del Cine. El film que demostró lo que el cine moderno, entendido este como el definitivo y verdadero paso, a nivel tecnológico, del cine mudo al sonoro, podía hacer y uno de los, considerados, clásicos totales de la primera mitad del siglo XX. De la mano de la mítica RKO, presentó a un Orson Welles en su primer largometraje en el ecuador de la veintena ,interpretando a un megalómano selfmade man y convertido en un magnate primero de la información y después de los negocios. Biopic no declarado y/o inspirado y, sobre todo, épico, de William Randolph Hearst, empresario clave en la historia del periodismo americano. Hoy en día sorprenden dos aspectos de su realización: ciertas construcciones de los planos que demuestran una capacidad inventiva realmente inusual, utilizando técnicas cinematográficas que por aquél entonces se consideran megamodernas, casi futuristas, y una profundidad de guion que le confieren un carácter cercano al de las obras de arte realmente grandes. Llama la atención, de manera especial, el uso que hace Welles de las escenas de desayuno, en las cuales se va destruyendo la relación de Kane (Welles) con Emily Norton (Ruth Warrick). Pero como conjunto es un film que enamora, sea cual sea la edad con la que se vea, por primera o por décima vez. Quizás no sea la mejor de la historia (así se la considera desde los años 60), pero sí una de las más ambiciosas y, desde luego, innovadoras, otorgándole a Welles el único Oscar de su carrera, en este caso al Mejor Guion. Robert Wise, futuro director de, entre otras, Ultimátum a la Tierra, West Side story y La amenaza de Andrómeda, la montó. En España, debido al régimen franquista, no vio la luz hasta el año 66 .