Ciudadano X, retrato de un asesino en serie

Publicado el 09 octubre 2015 por Patrick Bateman @CinefiliasO
En distintas ocasiones se han adaptado a la gran, o pequeña pantalla, las fechorías de algunos de los asesinos en serie más famosos de los tiempos, que desgraciadamente, han existido en nuestro imperfecto mundo real. Hemos podido ver a otros como Ted Bundy y John Wayne Gacy, bajo títulos tan obvios como Ted Bundy y Gacy, en ambas quedaba bastante claro a quien retrataban.
Pero varios años antes de las mencionadas adaptaciones, en 1995, bajo el título de Ciudadano X -en honor al título de un informe escrito por un psiquiatra que describió la personalidad del asesino-, Chris Gerolmo, debutó como director en éste retrato cinematográfico al mayor asesino en serie que ha conocido la Unión Soviética, Andréi Románovich Chikatilo. Gerolmo no prosperó como director, a pesar de ser Citizen X -título original- una reconocida película para el aficionado de género. Sólamente dirigiría dos películas más, y años después.
Producida por HBO y catalogada de telefilm, en ese ámbito, creo que no se ha hecho justicia. A juicio personal, a mi no me parece un telefilm, la ví algunos años después de su estreno, me gustó bastante entonces, y revisionada ahora, puedo afirmar que mantiene la frescura del primer día. Hay películas más actuales que envejecen en cuatro días.

Reconocida y nominada

Por otro lado, la película fue reconocida y nominada en distintas ocasiones a premios cinematográficos, entre los que se alzó con no pocos de ellos. Podríamos destacar un Globo de Oro a Donald Sutherland como mejor actor, y mejor película, mejor actor (Stephen Rea) y mejor director (Chris Gerolmo) en el Festival de Sitges en 1995.
Es obvio, como cualquier película, que ésta se toma ciertas licencias para dramatizar ciertas escenas, apuesto por ello. Pero la veracidad de los trágicos y macabros asesinatos perpetrados por Andréi Chikatilo, en la película mantiene un grado medio-alto.

En una secuencia inicial de parajes agrícolas, acompasada por una sobria banda sonora compuesta por Randy Edelman, nos muestra una fría y decadente visión en plena crisis de la Unión Soviética. Y que se mantiene buena parte de la película mediante un comité hermético que, al negar toda ayuda externa o recursos, imposibilita al forense, -convertido en investigador- avanzar en el caso.
La escueta pero efectiva secuencia inicial sirve para ponernos rápidamente en situación, sobre alguien que tiene maquiavélicos planes por la zona. Edelman compuso dos años más tarde el score de Anaconda, la famosa película que la secuencia de la cascada va al revés.
Tras dicha secuencia, la película nos presenta a un joven y brillante especialista en medicina forense, Viktor Burakov, interpretado por Stephen Rea (Entrevista con el Vampiro), el cual toma posesión de su cargo y pronto comienza a trabajar en el caso del asesinato de un niño. Sin haber tenido tiempo de examinar el cuerpo, aparecen siete cadáveres más. Tras un estudio concienzudo, comunica a sus superiores que en la zona hay un asesino en serie, y pide medios para detenerlo.

Dos titanes paseando

La interpretación de Rea es digna de alabanzas, pero sus dos compañeros de reparto, Donald Sutherland (La invasión de los ultracuerpos) y Max Von Sydow (El exorcista) -este último, algo escueto en apariciones- son como dos titanes paseando frente a la cámara.
Sutherland en el papel de Coronel, realmente lo borda, y junto al personaje de Rea, vemos una evolución muy coherente en ambos personajes.



Mientras que Sydow se limita a un par de apariciones, su papel de psiquiatra, insufla aire fresco en el momento justo de la película y de la propia historia, que parece estancarse en cierto punto de la investigación.
Sin olvidar a la notable credibilidad que otorga Jeffrey DeMunn (La milla verde) al personaje apocado y buena persona que aparenta ser Chikatilo, cuando en realidad el interior de éste parece haber nacido en el en rincón más oscuro del averno. La película juega con el terror del mundo real, ¿cómo una persona de aspecto convencional con familia e hijos es capaz de matar en 10 años a más de 50 personas? Yo lo pienso y me resulta escalofriante, bueno el hecho de una sola ya lo es, imaginate 52.

Artificios visuales, no los verás

La película no recurre a grandes artificios visuales, ni dosis altas de hemoglobina, pero en distintas ocasiones, tal como haría en la novela en la que se basa The Killer Department, escrita por Robert Cullen -co-escritor del guión junto al director, relata con voz en off del propio camarada Viktor Burakov (Stephen Rea), o mediante la de algún otro protagonista, el asesinato. Algo que sin duda deja a libre imaginación del espectador, que puede llegar a ser mucho más explícita que cualquier imagen que pudiera mostrarnos la cámara.
La sensación de suspense se disipa en el primer cuarto de film cuando se descubre al primer sospechoso, que en efecto es Chikatilo, pero la tensión se mantiene, puesto que una prueba de sangre ‘errónea’, lo liberan. Y así sucedió en realidad, Chikatilo difería en el tipo de sangre en los análisis de sangre y semen encontrados en las víctimas. Un caso de lo más extraño.
Pero la tensión se mantiene gracias a eso, aunque conozcamos la identidad como espectadores, en la película se descarta a éste como sospechoso, que a lo largo de 10 primaveras siguió matando y violando a niños, niñas y adolescentes. Estos saltos temporales podrían estar mejor relatados en el contexto del film, pero se comprende bien la cronología de los hechos, quizás algún vacío temporal en la investigación, podría ser resuelto con alguna secuencia adicional.
En fin una película, que sin artificios ni técnicas modernas en efectos, consigue que una historia tan trágica como fue el caso del Carnicero de Rostov -así fue apodado entre la gente- mantiene nuestro interés y la tensión en el espectador, y de principio a fin.