noviembre 21, 2011 2 comentarios
No me ha sorprendido en absoluto el resultado de las elecciones generales celebradas ayer. El castigo de la ciudadanía al PSOE era más que previsible, al igual que la mayoría absoluta que obtuvo el Partido Popular. Alfredo Pérez Rubalcaba ha tenido que cargar con la pesada herencia de su propio gobierno y la negativa de su partido a la regeneración interna. Mariano Rajoy solo ha tenido que verlas venir y ha hecho bueno el dicho de a la tercera va la vencida. Y sin sudar ni una gota a lo largo de esta última legislatura ha obtenido los mejores resultados en unas elecciones para su partido. Ver para creer.
Por otro lado tenemos el paradigmático caso de CiU, la fuerza más votada en Cataluña. Ni la radicalización del discurso del ‘amable’ Duran i Lleida, ni los recortes llevados a cabo por el ejecutivo de Artur Mas, han hecho que esta formación haya perdido votos. Esto es digno de estudio. También es reseñable que Amaiur haya entrado en el congreso con siete escaños superando al PNV. Ambos casos nos están diciendo algo sobre lo que ocurre en Cataluña y Euskadi. El que quiera verlo que lo vea. Habrá gente que mire hacia otro lado.
Entre los grandes triunfadores de la noche se encuentran Izquierda Unida, que ha pasado de dos a 11 escaños, y UPyD que se ha consolidado con cinco escaños. En ambos casos ha existido un gran caudal de votos de ciudadanos desencantados con el PSOE que han decidido dar su apoyo a estos partidos. Tampoco hay que dejar de señalar la presencia que tendrán en el congreso el partido de Álvarez Cascos y el de Utxue Barkos.
JR Mora
Pero entre toda esta maraña de vencedores, vencidos, escaños y diputados están las personas. Esas personas que se sienten defraudadas al ver los resultados. Esas personas que sienten que su voto no vale ni la cuarta parte que el de algunos de sus conciudadanos por haber nacido o residir en un lugar u otro de este nuestro país. Y esto sucede gracias a un sistema electoral injusto y a un reparto desigual de los votos por provincias.
Así que yo tengo que ver como el partido al que he votado (EQUO, con más de 200.000 sufragios) supera ampliamente en número de votos a muchos otros que van a tener representación en el Congreso. Esto me hace plantearme en qué clase de democracia vivimos y qué es lo que yo realmente puedo decidir ejerciendo mi derecho como ciudadano. Lo único que puedo hacer es comprometerme aún más con mi voto y con el partido para que esto cambie en un futuro. Porque ahora más que nunca puedo gritar alto, claro y con la razón en la mano que no me representan.