Revista Cultura y Ocio

Etnoeducación, una política para la diversidad SEXTA PARTE

Por Cristián Muñoz Vera
Etnoeducación, una política para la diversidad SEXTA PARTE
Etnoeducación Crítica y Educación Para la Paz
La Etnoeducación Crítica por ser una disciplina cercana a la interculturalidad y estar en conexión con los derechos humanos y la formación en valores, tiene un fuerte arraigo a la Educación para la Paz.
Las iniciativas que promueven la paz son múltiples y variadas en todo el mundo. Una significativa experiencia de promoción para la paz es la que promueve la Fundación Carta de la Paz dirigida a la O.N.U[1]. Esta iniciativa es un documento escrito por un grupo de personas con una gran inquietud por la paz y consta de una introducción, diez puntos, una conclusión y una postdata que señalan unos principios sobre los cuales, se puede fundamentar una paz sólida y realista. El texto se presentó públicamente por primera vez en Barcelona (España), el 22 de abril de 1993, en el Centro de Arte Santa Mónica de la Consellería de Cultura de la Generalitat de Cataluña y, desde entonces, se ha difundido en más de 80 países de los cinco continentes.
En el punto quinto de la Carta de la Paz dirigida a la ONU señala: “Las personas, por el sólo hecho de existir –habiendo podido no existir–, tenemos una relación fundamental: ser hermanos en la existencia… Percibir esta fraternidad primordial en la existencia, nos hará más fácilmente solidarios al abrirnos a la sociedad”. Este punto nos permite reflexionar sobre la relevancia del encuentro y diálogo entre las personas y los pueblos respecto de sus diferencias culturales, pues supone el reconocimiento de una fraternidad existencial esencial a la evidencia de existir. Esto quiere decir que la suposición ilusa de que sea imposible convivir con aquellos que tienen otra cosmovisión, otra manera de ser y parecer a lo que nosotros definimos por “nuestra identidad cultural” no garantiza la incompatibilidad absoluta de armonía entre sujetos distintos.
La interculturalidad se inicia en esa evidencia de la fraternidad existencial que da paso al encuentro amistoso. Esta condición humana es la que nos motiva a trabajar para que la convivencia entre culturas sea lo más beneficiosa posible para toda la sociedad. Jordi Cussó refiriéndose a este punto indica: “Lo contrario a esta perspectiva conduce a una sociedad a la defensiva, que busca soluciones basándose en el miedo, es decir, en el criterio de la fuerza o del dominio. Alcanzamos así una falsa convivencia; cada uno vive al lado del otro, pero se han creado nuevas fronteras: una calle, un barrio o una zona. Este tipo de sociedad no genera paz. No podemos olvidar que la paz global se fundamenta en la fiesta de los pueblos”[2].
El documento entre sus diez puntos cimenta un conjunto de argumentos con los cuales podemos pensar bases sólidas para volver lícito el valor y relevancia de la convivencia pacífica, contraria a toda forma que busque legitimar el resentimiento y los conflictos. La Etnoeducación Crítica comprende este requerimiento pedagógico que promueve la Carta de la Paz y se adscribe a él en tanto que resalta la necesidad de generar espacios formativos que opten por un saber que ausculte nuestros corazones y comprenda cuál es el humus sobre el que está creciendo nuestra sociedad, para erradicar los posibles motivos que produzcan desconfianzas absurdas, por muy legítimas que puedan parecer.
[1] Cfr. www.cartadelapaz.org
[2] “Interculturalidad y convivencia”, Cussó Porredón, Jordi., en http://www.ambitmariacorral.org/castella/?q=node/255

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