Revista Cultura y Ocio

Etnoeducación, una política para la diversidad TERCERA PARTE

Por Cristián Muñoz Vera
Etnoeducación, una política para la diversidad TERCERA PARTEEtnoeducación Crítica y Formación en Valores
La sociedad plural en la que vivimos exige que nos preguntemos cuáles han de ser las funciones reales de la escuela y cómo ha de contemplarse el trabajo sobre los valores y las actitudes, con la finalidad de hacer posible una convivencia más justa y democrática. En este sentido, es importante plantearse un modelo de escuela donde sea posible la convivencia entre estudiantes diferentes con opciones y estilos de vida diversos, tanto de carácter político como religioso y cultural, y donde cada uno, respetando un consenso común, construya su forma de pensar y de actuar y reconozca en el diálogo como instrumento esencial para el logro de acuerdos y resolución de conflictos.
El año 2001 la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay, realizó el Foro Iberoamericano sobre Educación en Valores en la ciudad de Montevideo, que buscó propiciar un espacio de análisis y discusión acerca de las diferentes experiencias o programas sobre educación en valores, desarrollado en distintos países. Entre los diversos tópicos allí tratados se mencionaron: Conocimiento científico y formación ética; Educación y valores democráticos; Transversalidad y temas transversales: reinterpretar y cambiar el currículo; Estrategias de educación en valores; La evaluación en la educación en valores; La educación en valores a través de CTS (ciencia, tecnología y sociedad).
La experiencia del foro iberoamericano arrojó entre otras ideas potenciar habilidades sociales: “En este sentido, creemos que es urgente apostar por modelos de educación que procuren potenciar todas las dimensiones de la persona y, por tanto, que presten un especial interés a las dimensiones menos contempladas por el normal discurrir de la dinámica social y cultural y que son las dimensiones proyectiva e introyectiva de la persona”. Por tanto la formación humana, tiene tanto un requerimiento hacia el desarrollo interior de la persona para potenciar sus destrezas sociales, desde el conocimiento de si; como también ha de fortalecer sus capacidades para visualizar una sociedad mejor y actuar proactivamente para que este anhelo se haga realidad.
En este sentido la formación en valores promueve una educación moral, ética o de virtudes, la cual busca desarrollar sujetos íntegros, respetuosos de sus deberes y promotores del derecho ante cualquier ser humano sin distingo alguno. Al conjunto de estas problemáticas o situaciones sociales más relevantes (ambiental, conflictividad, salud, marginación y segregación, drogas, consumismo, etc.) las administraciones formativas organizan bajo diferentes epígrafes (educación para...) que recogen la necesidad de intervenir de forma específica y complementaria sobre estas problemáticas. Tales epígrafes priorizan una serie de valores y de principios básicos para la convivencia, a la vez que se consideran como contenidos curriculares obligatorios y de gran importancia en la formación de los futuros ciudadanos; pero en esta necesidad de clasificar y priorizar las problemáticas sociales, tendemos a tensionar la idea de transversalidad en la formación valórica con la necesidad de exponer en bloques programas formativos valóricos: formación cívica, educación para la paz, educación del consumidor, etc.
La Etnoeducación Crítica es uno de estos épigrafes, pero que no pretende pugnar con ningún programa formativo la disputa infructuosa de discutir cual es el programa más inclusivo para alcanzar una formación en valores. Para desarrollar un currículum de promoción de valores y actitudes éticas y morales, lo fundamental es considerar que desde cualquier enfoque u epígrafe, atendamos al tema de la interculturalidad como una problemática que no puede estar ausente de nuestros programas formativos. Por ello la Etnoeducación Crítica, advierte a la etnoeducación o educación intercultural bilingüe, a la educación en derechos humnao, a la educación para la paz, etc, que la cuestión indígena se enmarca dentro de un contexto más complejo que es la formación en valores. Esto significa construir actitudes de apertura a la diversidad. La educación en valores puede ser descrita en el paradigma de la educación moral, cuyos orígenes pedagógicos se encuentran en la teoría moral de Lawrence Kohlberg y en la teoría de la “clarificación de valores” de Louis Raths (Values and Teaching: Working with Values in the Classroom, 1966).
La clarificación de valores consiste en una técnica aplicada de un modo coherente y práctico al enfoque de la educación centrado en la persona, planteando que la confusión de valores y conductas inadecuadas, tiene por causa la distorsión en el proceso de valoración; esto significa que durante nuestro periodo formativo adaptatorio, en la familia y la sociedad nos acomoda­mos al proceso de valoración de los demás, produciendo actitudes conformistas o rebelándonos en contra de ellas. El niño está reci­biendo mensajes diferentes que le producen confusión, y por consi­guiente, requiere procesos complejos de instrucción, reflexión, vivencia y práctica.
Un valor no es valor hasta que la persona se compromete y organiza su vida en función de dicho valor. Una persona tiene que adquirir con esfuerzo y lucha su propio conjunto de valores si desea llevar una existencia satisfac­toria.
En este contexto la etnoeducación crítica es un recurso didáctico que puede ser utilizado para la clarificación de valores por medio de dilemas que, en líneas generales, plantean situaciones problemáticas que permiten al estudiante ubicar su escala de valores y confrontarla con la de los demás. Aquí no existen respuestas acertadas o erróneas, pues la intención está en lo que el estudiante pone en práctica: revisar paradigmas personales para tomar una posición, verbalizarla y transmitirla, sustentarla con argumentos ante otros, desarrollar habilidades de diálogo y negociación con el fin de llegar a consensos; esto implica claro está, que el educador en tanto que mediador y facilitador crea en la relevancia de la etnoeducación como espacio para la superación y advertencia ante la existencia de rasgos xenófobos o asimilacionistas.

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