De pequeña estudié en un colegio de monjas en el cual, bajo el rimbombante nombre de “Pretecnología”, cosíamos pañitos de tela de Panamá. Uno tras otro. Excuso decir la necesidad de limpieza, pulcritud y dedicación que exigía la profesora. Durante esa clase, me cansé de escuchar el bonito adjetivo de “chapucera”. Por supuesto, dirigido a una servidora. Una vez tras otra. Nunca me distinguí por mi paciencia, esmero y meticulosidad. ¿Qué le vamos a hacer? Tenía que llegar el bello arte de la fotografía a enseñarme virtudes que las monjitas con sus labores no consiguieron inculcarme.
En el tiempo que llevo dedicándome a la fotografía, siempre he intentado buscar en una imagen la máxima calidad en cuanto a nitidez, limpieza, enfoque y claridad. Y si estos son importantes aspectos de la fotografía en general (siempre que no se busque el desenfoque como recurso creativo) es fácil imaginar la repercusión de los mismos en fotografías de still life o en fotografía culinaria.
Ni que decir tiene que de nada sirven las prisas, la pereza y el descuido. A lo largo del tiempo he ido sumando pequeñas etapas al método de trabajo que “sé” que debo emplear para conseguir una imagen con la nitidez soñada ( el señor Scott Kelby me ha enseñado algunos más, pero de ellos hablaremos en otro momento). A veces cuesta un poquito más de tiempo, un poquito más de trabajo, un poquito más de esfuerzo, pero el resultado merece la pena.
Por supuesto, a mayor calidad del objetivo empleado, mejores resultados, pero con el dineral que cuestan, debemos aprender a sacar el mejor provecho de los que tenemos.
A tener en cuenta:
1.- Intento siempre utilizar la sensibilidad más baja posible (ISO bajo, normalmente empiezo con ISO 100 y voy aumentado poco a poco) para evitar “ruido” en la fotografía. A mayor sensibilidad (mayor ISO) más ruido, y por lo tanto mayor grano.
2.- Utilizo un trípode SIEMPRE. Aunque es tremendamente divertido tomar la cámara y moverse de aquí para allá apretando el disparador, tengo claro que sin un trípode mis fotos no consiguen nunca la nitidez y enfoque deseados. Y NUNCA permito que esa vocecilla en mi interior que me invita a “olvidar” el trípode llegue a convencerme. Por supuesto, es importante la calidad del trípode. El mío no es de los mejores, pero de momento cumple su función.
3.- En la cámara selecciono el modo de disparador “Retardado remoto”. Esto quiere decir que disparo mi cámara con un control remoto, y el obturador se abre unos segundos después de haber pulsado el disparador. Nada mejor para evitar cualquier tipo de vibración. Aunque parezca mentira, y a pesar del trípode, el hecho de pulsar el botón con el dedo, también transmite movimiento a la cámara.
Compré un par de controles remotos en ebay a un precio irrisorio, y no los abandono nunca.
4.- El LCD de mi cámara (la pantallita de la parte posterior) aunque no extremadamente pequeña, no me permite ver con claridad si todo ha quedado perfectamente enfocado. Es posteriormente, al pasar las fotos al ordenador, cuando veo que lo que yo creía enfocado, no cumple mis expectativas. Para solucionarlo se puede mirar la imagen tomada en la pantallita de la cámara utilizando el zoom, o bien, conectando la cámara al ordenador, y utilizando lo que en Lightroom se llama “Captura conectada al equipo” (en el siguiente post trataremos de ello…)
Está claro como el agua, en fotografía, cualquier pequeño gesto cuenta. Olvidad la pereza y las chapuzas, y vuestras imágenes mejorarán considerablemente.