"Igual que ahora vengo a verla a usted, señorita, antes me gustaba frecuentar aquellas bellezas de allí, junto a la iglesia; no es que yo estuviera tan entregado a la sacristía, es que al lado de la casa del cura, había una tienda, donde un tal Altmann vendía máquinas de coser de segunda mano, además de gramófonos americanos de doble cuerda y extintores de la marca Minimax; y el tal Altmann, como segunda ocupación, proporcionaba chicas guapas a todos los bares y tabernas de la provincia..."
Tras Una soledad demasiado ruidosa y Trenes rigurosamente vigilados, estaba claro que tenía que leer algo más de este escritor, lo que no sabía es cuándo. Finalmente, hoy traigo a mi estantería virtual, Clases de baile para mayores.
Un hombre de edad avanzada, pongamos que es Pepín, el tío del autor, se dirige en un monólogo incesante, a una joven. Tiene la firme intención de conquistarla, motivo por el cual el anciano lleva a esta joven de nombre Kamila, un ramo de rosas robadas de algún jardín ajeno. De este modo saltaremos entre lagunas de memoria, hacia lugares del pueblo, tiempos pasados y momentos bélicos, mientras el anciano realiza esta suerte de cortejo a la belleza y juventud femeninas.
Un anciano que recuerda la época del Imperio Austro-Húngaro. Un hombre cuyos mejores tiempos han pasado y que se aferra a una memoria caótica para relatar su vida celebrando tener aún memoria. Ese es el protagonista de esta novela en la que sabemos que corteja a una joven mujer. Pero olvidémonos de Lolitas, porque no es ese el personaje de Hrabal. Nuestro querido protagonista es un hombre que inspira ternura y cariño mientras nos saca la sonrisa en sus anecdóticos pasajes de una vida anterior. Nos habla de su oficio de zapatero y sus peripecias de guerra, nos presenta una vaca que parió quince terneros y no duda en hablar del cura del pueblo. Habla de otras mujeres, normalmente hermosas, y de conquistas o de aquellas que le quisieron conquistar o robar un beso, momentos triunfantes para el ahora ya anciano varón.
Un hombre que nos va ganando con sus palabras, que comparte alegrías y penas con nosotros, y que termina de hacerse hueco en el corazón del lector con un magnífico epílogo en el que un narrador nos lo presenta "por fuera", y no sólo al físico, si no a una visión externa de aquel que se nos ha dado a conocer en sus palabras. Nos habla de la vida de este hombre en el pueblo y de la ropa que lleva puesta, lo convierte en precisamente el tipo de anciano que hemos ido perfilando a lo largo de la lectura, convirtiendo así esta novelita en un rato para el recuerdo.
Bohumil Hrabal es un gran escritor como demuestra en este libro, posiblemente una de sus novelas menores. Párrafos más que largos que, sin contener diálogo alguno, fluyen de forma natural hasta conseguir un libro cuyas páginas parecen escurrirse entre nuestras manos como agua en una cesta. La tranquilidad, la naturalidad y lo coloquial del lenguaje, hacen una pareja perfecta con el carácter del narrador, otorgando credibilidad a este entrañable personaje. Ironía y ternura a partes iguales en un librito que no puedo dejar de recomendaros y cuyas páginas se componen de todos aquellos sentimientos y situaciones que ocupan una vida, y que; trágicos o cómicos, dulces o amargos, importantes o banales, nos vienen a la cabeza en forma de instantáneas al echar la vista atrás. Un verdadero lujo, leer a Bohumil Hrabal y conocer a este entrañable protagonista.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.