Clases de natación

Por José Mª Ruiz Garrido @laparejadegolpe

El verano ya está aquí, y este año hay más ganas de playa que nunca. Por diversas cuestiones -trabajo, proyectos o - no hemos podido hacer las escapadas que nos hubiera gustado. Con los padawanes ya con sus midiclorianos saliéndoseles por las orejas, la playa este año promete emociones fuertes. Así que esta primavera uno de los objetivos era que los pequeños tomaran clases de natación y adquirieran cierto dominio en el agua.

Desde que tenían apenas siete u ocho meses, Luke y Leia han sido muy de playa. Los primeros años, incluso antes de saber andar, cuando se familiarizaban con el agua, había que sacarlos. A Leia le encanta jugar con las olas. Esta temporada, ya con 3 años y medio, con mucha más autonomía y sin miedo a nada, hay que proseguir con su adiestramiento Jedi, y mejor asegurarnos de que para cuando vayamos a la playa, al menos sepan mantenerse a flote. Obviamente no vamos a dejar que se bañen solos, pero nadar bien es algo que tienen que saber hacer, y cuanto antes dominen ese poder, mejor.

Han estado asistiendo a un curso para niños en un centro deportivo cercano con muy buenas instalaciones, un par de días a la semana. Siendo por la tarde, es la Maestra-Jedi la que los ha llevado siempre, pero en un par de ocasiones ha coincidido que yo tenía el día libre, y he podido ir con ellos a la piscina. Toda una experiencia, la verdad. Es una pequeña locura; cambiarlos, y cambiarte tú, bañadores, gorros, chanclas, todo sin que se desmadren, sin perder nada, con esa taquilla minúscula, ese banco húmedo donde no puedes apenas ni sentarlos, sin que se te olvide nada. Cuando por fin los dejas en manos de los monitores, estás pidiendo a gritos tirarte tú mismo a la piscina.

Lo que me llamó positivamente la atención es que yo no era el único padre con niños pequeños allí. A la hora de las clases para niños y bebés, al menos cuatro o cinco papás estaban cambiando a sus hijos. Incluso uno estaba usando un cambiador -¡un cambiador en un vestuario de hombres!- para ponerle el bañador a un bebé de apenas un añito. Y fue una sensación genial, ver a otros padres implicados, pasando por la experiencia con sus hijos, igual que yo. Para mí han sido solo un par de tardes, pero imagino que otros, algunos, lo harán constantemente. Y por una vez no me sentí , como tantas otras veces. Al contrario, me sentía un poco el torpe, no era capaz de manejarme tan bien como algunos de ellos.

Una horita después, se acaba la clase. A recogerlos y volver a la locura. Porque todos los niños salen a la vez. Los duchas como puedes, sin que se te escapen, sin perder nada, e intentando mantener un mínimo de control y dignidad, porque tú estás igual, en bañador y a medio duchar, intentado utilizar tus torpes poderes jedi para mantener en su sitio las toallas y es resto del torbellino que te rodea. Bolsas, toallas, mudas secas, peines, zapatillas. Revisas de nuevo la taquilla, esperando no olvidar nada. Cuando por fin sales por el control de acceso y vas a buscar el coche, ya necesitas otra ducha. En un spa.

¿A ninguno más le pasa esto de dudar si el fin justifica los medios? ¿Son de verdad necesarias estas pequeñas locuras voluntarias?