Parece una historia de carretera, con amor y fuga como elementos esenciales, pero lo que está claro es que si rascas un poco se nota de largo que de algún modo es una metáfora vital o existencial (como se le quiera llamar) aplicable a la vida de muchos.
Decir que llegué a este clásico gracias a un referente existencial para quién suscribe estas líneas como Nick Hornby, que hablaba de ella con devoción en el necesario 31 Canciones, que por otro lado debería ser como una biblia para cualquier melómano que se precie.
Parafraseando al siempre genial escritor británico "prefiero interpretarla como una nostálgica observación de madurez más que como el miedo agudo que viene con el final de la juventud". Yo lo que él diga, amén. Lo que está claro es que esta canción ya forma parte de mi vida por su culpa.