Un cineasta que intentaba aglutinar toda la parte artística en sus películas, y en que las bandas sonoras hechas por él mismo eran una seña más de identidad y casi casi un personaje más de las mismas, como en este clásico del slasher.
Cuando empezaban a sonar esas teclas sabías de inmediato que se iba a liar parda y que Michael Myers no andaba demasiado lejos, y que la buena (en todos los aspectos) de Jamie Lee Curtis tenía muchos números de calzarse las zapatillas de running y de ir preparando las tiritas.
Un tema cargado de intensidad y misterio, totalmente reconocible al menos para toda esa generación que fué niño o adolescente en la década de los 80, y todo un referente a la hora de hacer que la gente se cague patas abajo desde el primer momento, cosa que John Carpenter ha sabido siempre hacer como nadie...¡y que dure!.